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Relaciones tóxicas

Recibir el amor de manera intermitente engancha mucho. Es debido a un proceso de química cerebral. FOTO: Getty Images.

Salud mental

Cómo funciona el mecanismo que te engancha emocionalmente a las personas que te hacen daño

¿Qué hay detrás de la atracción irracional por personas que nos producen dolor o emociones negativas? Spoiler: el refuerzo intermitente tiene mucho que decir.

Por Silvia Capafons

10 DE ENERO DE 2025 / 13:45

No, no es amor, lo que tú sientes se llama obsesión. Este conocido estribillo de canción de bachata trasciende las notas musicales y se cuela en la realidad de muchas relaciones de pareja. Eso que hay quien cataloga como química brutal, es en realidad el trasfondo de una montaña rusa emocional de grandes picos llamada relación tóxica. O de un enganche, que además, parece bastante común, a tenor de la cantidad de contenidos generados en redes sociales, de canciones o películas cuyo núcleo es precisamente, ese componente adictivo.

¿Por qué en ocasiones buscamos o permanecemos en relaciones que nos hacen daño? Pongamos por caso la típica situación en la que conoces a alguien que muestra interés en ti al comienzo. Pasada la etapa inicial, empieza a tener un comportamiento errático, a aparecer y desaparecer. Cuando no está, irrumpe el desconcierto y el ánimo se viene abajo; pero todo esto se equilibra cuando vuelve y nos olvidamos del bajón anterior, porque nos hemos enganchado al subidón de cuando asoma la patita.

Se llama refuerzo intermitente, una recompensa impredecible que tiene su explicación en la química cerebral tal y como quedó demostrado en un experimento con ratas realizado por el psicólogo Frederic Skinner: en una jaula, los roedores tenían que presionar una palanca para que saliera comida. Cuando no salían nunca, perdían el interés, pero cuando salía al azar, se volvían adictos hasta el punto de dejar de dormir o comer otras cosas. En este sentido, su cerebro y el de un humano no parecen tener muchas diferencias.

Confundir la tranquilidad con el aburrimiento

“Recibir el amor de manera intermitente engancha mucho más. A menudo confundimos la tranquilidad con aburrimiento y ante ese aburrimiento podemos pensar que echamos de menos a esa persona con la que hemos tenido ese tipo de relación caótica, cuando lo que nos está faltando es el hábito de estar continuamente pendientes de la otra persona porque no sabemos por dónde puede salir”, explica la psicóloga Susana Ivorra, especializada en relaciones y autora de libros como Luces, cámara…¡Amor! Desenmascarando las falsas promesas del cine romántico.

A colación de su argumento, la psicóloga cree que “las canciones, películas y novelas de amor suelen hablar de la pasión (que a menudo es sólo ansiedad disfrazada), no tanto de la serenidad o la paz. Nos faltan referentes al respecto para identificar esto y dejar de verlo como positivo”, advierte. Así que podemos estar con alguien que nos hace daño, bien por el enganche a un posible ‘ahora sí, ahora no’, bien porque es lo que nos ha enseñado el entorno. Y le podemos añadir la falta de educación, como confirma la especialista.

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“En casa, de pequeños, a menudo no teníamos ejemplo, ni para bien ni para mal. La tendencia era no hablar de ciertas cosas delante de los hijos. Buscábamos en las canciones, las películas o las novelas aquellas historias que nos conectaran con ese sentimiento de amor, y escaseaban las historias del de tipo sereno, generoso, sin estridencias. El drama resultaba más interesante e inspirador, por no hablar de las telenovelas con las que crecimos donde se normalizaban conductas incluso violentas disfrazadas de pasión”, apunta Susana Ivorra.

Pero nuestros padres, aunque no hablaran de amor, sí diseñaron nuestra estructura emocional, y esto podría influir en el tipo de relaciones que buscamos. “Con ellos configuramos nuestras primeras experiencias de ser amados y cómo era ese amor: ¿Incondicional? ¿Condicionado por el hecho de que nos comportáramos de determinada manera, encajando en sus expectativas? Nos influyen esas primeras experiencias, así como también las relaciones que vamos teniendo, como pinceladas en un lienzo que pueden superponerse unas a otras”. Eso sí, añade, nada está escrito en piedra.

Giros de guión

“Una relación tóxica ofrece más plot twists o giros argumentales que una sana, así que para propósitos dramáticos, tiene mucho más jugo. Imagina una película de misterio: cambia mucho la historia si sabes quién es el asesino desde el principio o si te pasas dudando toda la película. En una relación sana, los giros de guión vienen más de cosas de la vida, menos predecibles. En una tóxica esos giros proceden de la propia relación: me quiere, no me quiere, a veces va bien, a veces va mal, y no se sabe porqué, etc…”.

Además, no todo es malo o bueno en una persona. Aprendemos a disociar, prosigue, su lado malo del resto. “Si has crecido en un hogar en el que alguien que te quería y a quien tú querías (padre, madre, abuelos, etc.) era capaz de darte afecto y al mismo tiempo hacerte daño, puede que normalices esa disociación.

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Como el doctor Jekyll y Mr Hyde, quieres a uno y cuando aparece el otro aguantas el chaparrón hasta que regrese el anterior; normalmente encontrando excusas o justificaciones para su comportamiento dañino: es que no le han querido bien nunca, es que ha tenido una infancia difícil, es que tiene problemas…”.

Referentes positivos

Si te identificas con este tipo de relación, toma nota de los consejos de la psicóloga: “Es importante la reflexión y el pensamiento crítico. Ten en cuenta referentes positivos, ¿Qué modelos tienes de relaciones sanas? ¿Cómo se comportan ante determinadas situaciones? ¿Sientes que esa persona es un hogar seguro o el alivio que sientes a su lado se debe a que te rebaja la ansiedad que sentías previamente, y que si lo piensas bien, el/ella misma había provocado en ti?”.

La especialista también invita a pensar si, dentro de ese vínculo podemos ser nosotros mismos o tenemos que comportarnos conforme a un guión redactado por la otra persona; o si, cuando él o ella se siente molesto/a nos retira su afecto, su atención o amenaza con romper la relación. En definitiva, si sentimos que su amor está condicionado o en cambio, es incondicional.

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