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¿Cuáles son los instintos que nos empujan hacia una persona?/ Foto: Sexo en Nueva York.

CUERPO

El mito de las feromonas: las razones por las que te atrae sexualmente esa persona (y no otra)

Detrás de la atracción hacia una posible pareja no sólo hay rasgos y actitudes visibles. También, de forma inconsciente nos sentimos atraídos por aspectos que no vemos. ¿Juegan aquí un papel las feromonas?

Por María Corisco

05 DE ABRIL DE 2024 / 13:00

Si te preguntan qué te atrajo a primera vista de las parejas que has tenido, es posible que contestes que su mirada, su sonrisa o su forma de hablar. Tal vez seas más carnal y destaques sus bíceps o su magnetismo sexual. Y es en este punto en el que confluyen un sinfín de teorías, hipótesis y elucubraciones que tratan de averiguar de dónde emana la atracción que nos acerca irremediablemente a la otra persona.

Muchas de estas investigaciones se han centrado en lo que no vemos de forma consciente, pero sí somos capaces instintivamente de percibir. Es el caso de las feromonas, esa especie de halo sexual que supuestamente emana de algunas personas y te atrae de forma irresistible.

Tipos de feromonas

La ciencia explica que las feromonas son unas sustancias químicas que se encuentran en muchas especies animales y que desempeñan un papel en la comunicación química entre individuos de la misma especie.

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  • Feromonas sexuales. Estas feromonas son producidas por individuos de una especie para atraer al sexo opuesto durante la época de reproducción. Por ejemplo, en muchas especies de insectos, como las polillas, las hembras liberan feromonas sexuales para atraer a los machos y facilitar el apareamiento.
  • Feromonas de alarma. Algunas especies, como las abejas y las hormigas, liberan feromonas de alarma cuando se sienten amenazadas o en peligro. Estas feromonas alertan a otros individuos de la colonia para que tomen medidas defensivas o eviten la amenaza.
  • Feromonas de agregación. Estas feromonas son liberadas para atraer a otros individuos de la misma especie y formar grupos o colonias. Por ejemplo, algunos insectos, como los escarabajos, las liberan para formar agregaciones que facilitan la búsqueda de alimento o refugio.
  • Feromonas de marcado territorial. En muchas especies animales, como los mamíferos, las feromonas son utilizadas para marcar territorios y delimitar áreas de dominio. Es un mecanismo que se observa, por ejemplo, en los gatos, que liberan estas sustancias a través de sus glándulas odoríferas.
  • Feromonas de reconocimiento. Algunas feromonas son utilizadas por individuos de una misma especie para reconocer a otros miembros de su grupo o familia. Por ejemplo, en algunas especies de primates, las feromonas son utilizadas para identificar a los individuos de su grupo social y establecer lazos sociales y jerarquías.

Primates, abejas, polillas… ¿Y los humanos? Pues la verdad es que no está del todo claro que existan feromonas humanas específicas, ni cuál sería su función. ¿De dónde viene, entonces, ese interés por comercializar colonias, desodorantes y potingues cargados de feromonas que supuestamente actuarían como reclamo sexual infalible?

¿Atrae el olor o las feromonas?

Tristram Wyatt, biólogo investigador en la Universidad de Oxford, es un estudioso de este campo y su libro Pheromones and Animal Behaviour ganó el premio al mejor Texto de Postgrado de la Royal Society of Biology. Y a él se debe una explicación de cómo surgió el “mito” de las feromonas humanas.

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Según explica, todo nació en el seno de una conferencia celebrada en 1991, en la que se incluyó un breve artículo sobre el efecto de las supuestas feromonas. La conferencia, explica Wyatt, “estaba patrocinada por una corporación estadounidense, EROX, que tenía interés en patentar la androstadiona y el estratetraenol, dos hormonas esteroides, como feromonas humanas”. Unos años después, una científica influyente, Martha McClintock, respaldó este estudio y “dio respetabilidad al mito. Como las moléculas se pueden comprar fácilmente, cualquier laboratorio podría trabajar en el atractivo tema de las feromonas humanas”.

A partir de ahí, surgieron infinidad de estudios y se popularizó la fama de las feromonas. La idea de elegir pareja por el olfato, escribe Wyatt, “ha dado lugar a las llamadas «fiestas de feromonas«, en las que los participantes huelen las camisetas que llevan otros asistentes a la fiesta. Sin embargo, estas fiestas están mal nombradas: se trata de olores individuales y de una posible compatibilidad genética, no de moléculas de feromonas idénticas en todos los hombres o en todas las mujeres”.

Todas las personas emiten moléculas que les confieren un característico olor individual, y puede que este olor resulte más o menos atractivo, pero no son feromonas. Y, aunque este olor pueda influir en a quién eliges como pareja, para que una sustancia pueda considerarse “feromona” debería funcionar de forma idéntica para toda la especie. Es lo que sucede con la única feromona humana que se ha descrito: “La secreción del pezón de una madre va a estimular la succión de cualquier bebé, no sólo del suyo, por lo que es probable que sea una señal de feromonas para toda la especie”.

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