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Edad cumpleaños tiempo más deprisa

Vivir nuevas experiencias hace que el tiempo parezca ir más despacio y aumenta la satisfacción. FOTO: Getty Images.

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La paradoja del cumpleaños: por qué parece que el tiempo pasa mucho más deprisa a partir de los 40

La falta de nuevas experiencias hace que, llegada la etapa adulta, el tiempo parezca ir más deprisa. Pero se trata sólo de una percepción muy fácil de revertir: rompe con la rutina.

Por Marcos López

02 DE ENERO DE 2025 / 13:30

Recuerdas con una gran sonrisa las interminables tardes de juego que disfrutabas con tus amigos durante tu infancia. Cuando el tiempo, como si deseara honrar vuestra diversión, se dilataba para avanzar muy lentamente. También en las largas jornadas de colegio, en las que no sin ansiedad mirabas continuamente las manecillas de un reloj que siempre parecía haberse parado. Lo que no ocurre desde que llegaste a la etapa adulta. De hecho, es como si el transcurrir de los días se hubiera acelerado. Como si las horas se te echaran encima, cada vez más rápido, y no te diera tiempo a nada.

No tiene nada que ver con que el tiempo, como postulara Albert Einstein, sea relativo. La percepción sobre el paso de las horas, y de los días, meses y años, difiere con el devenir de los cumpleaños. Mucho más pausado en la infancia y adolescencia y mucho más vertiginoso, como si volara, cuando se es adulto. Pero no te preocupes. El tiempo siempre ha ido, e irá, a la misma velocidad. Es sólo una sensación asociada a la edad. Y hay una razón científica para explicarlo.

Hashem Al-Ghaili, experto en Biología Molecular y comunicador científico, explica que “el tiempo parece ir más deprisa según envejecemos porque nuestros cerebros, y nuestras vidas, se convierten en más rutinarios”.

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Infancia y adolescencia: un mundo nuevo por descubrir

Los días que disfrutabas en tu infancia y adolescencia nunca eran iguales. Siempre pasaban cosas más o menos inesperadas, se acumulaban nuevas experiencias, por lo que acababan resultando muy diferentes. Y qué decir del transcurrir de los años: nuevos colegios, nuevas amistades, nuevos amores –y desamores–. Todo estaba por descubrir. Como apunta Hashem Al-Ghaili, “durante la adolescencia, los cambios rápidos creaban una sensación de novedad y ralentizaban nuestra percepción sobre el tiempo”.

Edad adulta: nada nuevo bajo el sol

Pero alcanzada la etapa adulta y, sobre todo, la mediana edad, no ha lugar a tantas sorpresas. Como le acontece al protagonista de la película “Atrapado en el tiempo”, es como si siempre se estuviera viviendo el mismo día. O el mismo mes y año. Una y otra vez. Mismo trabajo, mismas amistades y un largo etcétera de “mismos”. Tal es así que al contrario que durante tu infancia o adolescencia, te cuesta mucho identificar cuándo acometiste una acción que, por tantas veces realizada, se ha vuelto rutinaria. Hace tres días o hace tres semanas.

La culpa la tiene el cerebro

Recuerda: el tiempo sigue viajando a la misma velocidad. Es sólo una percepción del cerebro que, incide el experto, “en la adolescencia tiene una gran adaptabilidad y elasticidad, absorbiendo nuevas experiencias con las que impregnará nuestro desarrollo. Esto crea la sensación de que el tiempo se mueve muy despacio, pues todos los días traen algo nuevo. Pero en la edad adulta nuestras vidas tienden a asentarse en patrones consistentes. Las nuevas experiencias son mucho más infrecuentes. Lo que hace que el tiempo parezca volar”.

El freno de los recuerdos

Los cerebros de los adolescentes, más aún los de los niños, están por llenar. No tanto así los de los adultos. Y esto es muy importante, dado que la acumulación de recuerdos y experiencias también condiciona, y mucho, la percepción del tiempo. Según envejecemos, indica Hashem Al-Ghaili, “albergamos una vasta colección de eventos o sucesos de referencia, los que hace que los eventos recientes parezcan relativamente insignificantes y que el tiempo parezca comprimido”.

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Rompe con la rutina

Y esta sensación de que el tiempo se ha acelerado, ¿se puede revertir? Pues sí. Hay que volver a ser un niño. Hacer que, en la medida de lo posible, todos los días sean diferentes. Romper con la rutina. Por ejemplo, cambiando continuamente las rutas por las que discurren tus paseos o probando nuevos platos. También tratando de hacer nuevos amigos. E igualmente, tienes que prestar más atención al presente. Como hacen los niños y adolescentes, para lo que lo importante es el hoy y no el mañana. Apreciar los pequeños detalles para comprobar que no hay dos días iguales.

La satisfacción crece con los años

También es muy importante, concluye Hashem Al-Ghaili, “apreciar la estabilidad que te ofrece ser un adulto”. No tener que padecer las cascadas de emociones, en muchas ocasiones desmedidas, que se viven en la adolescencia por la falta de experiencias vitales. Demasiada ansiedad. De hecho, según ha demostrado la Universidad del Ruhr en Bochum, la satisfacción con la vida crece gradualmente una vez se ha dejado atrás esta temprana etapa dominada por las hormonas.

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