María Couso, pedagoga, maestra, experta en psicopedagogía y neuroeducación y autora del libro Cerebro y pantallas (Editorial Destino). FOTO: D.R.
Salud mental
María Couso alerta del peligro de las pantallas: «El móvil es el nuevo chupete emocional»
La experta en neuroeducación y autora del libro Cerebro y pantallas alerta de las nefastas consecuencias que puede tener el acceso abusivo a dispositivos y redes sociales en edades tempranas.
Por Carol López
09 DE NOVIEMBRE DE 2024 / 09:10
Un contrato. Igual que cuando pactas el alquiler de un piso o acuerdas la incorporación a un nuevo trabajo. Con sus cláusulas, su espacio para las firmas, su lista de derechos y obligaciones. En papel. Con una copia para cada parte: de una, un niño o adolescente; de la otra, sus padres. Es lo que propone formalizar María Couso antes de entregarle un móvil a un menor de edad.
María Couso (Vigo, 1986) es pedagoga, maestra y máster en Psicopedagogía y Neuroeducación, y autora del libro Cerebro y pantallas (Ed. Destino), en el que analiza el impacto de la exposición a la tecnología en el desarrollo cognitivo. Se dio a conocer en redes con su perfil en Instagram PlayFunLearning, desde el que invita a reflexionar sobre el uso abusivo de la tecnología en la infancia y en la adolescencia.
«Que un adolescente de 12 años pase frente al móvil cuatro horas de lunes a viernes y seis los sábados y domingos es una aberración», lamenta. «Yo soy partidaria de no dar el móvil a estas edades», dice sin que le tiemble el pulso. Sin embargo, según Unicef, el 94,8% de los adolescentes de entre 11 y 18 años dispone de teléfono propio con conexión a internet. Hablamos con María Couso de cómo abordar esta nueva realidad, que no es un juego de niños.
De todos los efectos probados del uso constante de dispositivos en el cerebro de los jóvenes, ¿cuáles son los más preocupantes?
Yo diría que los que afectan a las emociones, a la atención y al lenguaje. Cada vez se hace más un uso del móvil como chupete emocional. Comienza a hacerse en la infancia, y luego se extrapola a la adolescencia y a la edad adulta. Nos consolamos con la pantalla para evitar afrontar emociones desagradables. Además, la atención ha caído a niveles preocupantes: si hace seis años lográbamos mantenernos dos minutos y medio frente a un contenido audiovisual, hoy ese tiempo apenas llega a los 47 segundos. Esto inhabilita a los niños para desarrollar la concentración que exige cualquier proceso de aprendizaje. En cuanto al lenguaje, la exposición temprana a pantallas afecta a áreas de desarrollo cerebral esenciales en la primera infancia.
¿Qué medidas en la legislación harían falta para adaptarnos a estos cambios sin comprometer el aprendizaje de los estudiantes?
Volcar un libro de texto en una pantalla no es digitalizar. Es urgente revisar cómo introducimos la digitalización en el sistema. No toda innovación educativa es positiva, y antes de introducir cambios debemos preguntarnos para qué lo hacemos y si realmente suponen una mejora de las herramientas o metodologías existentes.
Evitar las pantallas táctiles para menores de seis años
La tecnología en el aula puede brindar interesantes beneficios. ¿Cómo pueden padres y educadores discernir qué herramientas digitales son útiles y cuáles pueden ser perjudiciales?
Las herramientas digitales no tienen valor per se. Son los actos que acometemos con ellas las que le confieren significado. Un martillo en manos de un adulto es una herramienta que sirve para clavar clavos, pero, ¿se lo daríamos a un bebé de 2 años? Posiblemente no. Lo más relevante es restringir el uso de los dispositivos con pantalla táctil para menores de seis u ocho años. Las pantallas táctiles empujan a tocar una y otra vez sin reflexionar, lo que impide que el niño madure el control de sus impulsos. También hay que controlar los tiempos y los momentos de exposición. Utilizar la tecnología para calmar rabietas o malestar es una nefasta idea; sin embargo, es uno de los usos más extendidos entre las familias.
Un daño colateral del acceso a las redes sociales por parte de los adolescentes son los problemas de autoestima y salud mental. ¿Cómo se puede enseñar a los jóvenes a manejar su vida digital de forma saludable?
Mi consejo es retrasar lo máximo posible el uso del móvil y el acceso a redes sociales por parte de los adolescentes. Las redes sociales son un potenciador de problemas de salud mental, y permitir su acceso a nuestros hijos es temerario. El círculo vicioso de los likes provoca picos constantes de dopamina [la hormona del placer, no del bienestar], que en la adolescencia ya está de por sí alterada. La clave es la prevención: la educación de la autoestima desde la cuna, la autorreflexión y la conversación en familia son imprescindibles.
Un asunto que preocupa a padres de niños de 12 o 13 años que aún no han recibido su primer móvil es que puedan sentirse excluidos de sus grupos de pertenencia por no poder conectar digitalmente con los demás. ¿Cómo hay que abordar esta situación?
Estamos cayendo en el error de pensar que lo que hace la mayoría es lo que hay que hacer. hay que explicarles claramente cuáles son los efectos del uso del móvil desde mucho antes de que la adolescencia llame a las puertas, y asegurarnos de que el mensaje cala como un valor familiar. Si aún los padres deciden dar un móvil, lo ideal es consensuar los tiempos de uso y las aplicaciones que pueden utilizar.
No dar el móvil, mejor que controlar
Sobre el control parental (revisar sus conversaciones de whatssap, sus mensajes privados en redes, sus fotos…) ¿Cómo pueden los padres o tutores ejercer esta responsabilidad sin atentar contra el derecho a la intimidad de los adolescentes?
Yo soy más partidaria de no dar el móvil, prefiero esta postura a la del control. Cuando entiendes que no están preparados la solución no es supervisar, sino directamente no dar. De hacerlo a una edad temprana, lo ideal es ponerles una aplicación de control parental y hacérselo saber, fijando cuáles son los usos permitidos y cuáles están prohibidos. Sobre el derecho a la intimidad, debemos enseñarles que para decir cosas íntimas la fórmula ideal es hacerlo cara a cara, no a través de un teclado. Es preocupante que el 98% de los jóvenes universitarios americanos diga que prefiere un whatsapp a una conversación telefónica porque así pueden corregir lo que dicen. Estamos perdiendo la espontaneidad y la conexión entre personas.
¿Cuál crees que es el tiempo máximo al que debería estar expuesto un niño de 12, 13, 14, 15 años para garantizar un uso y disfrute saludable de la tecnología?
Una hora al día es más que suficiente, incluyendo en estos 60 minutos totales el tiempo de conexión en clase o para las tareas escolares.
¿Cuáles son los grandes éxitos, conquistas o revoluciones que ha aportado la tecnología a la educación y que hay que celebrar?
La tecnología ha democratizado el acceso a la información. Y digo información y no conocimiento, porque este se genera en nuestra cabeza. Permite que los docentes hagamos itinerarios de aprendizaje diferenciales e individualizados, que los centros educativos estemos interconectados, facilita la relación con los alumnos y sus familias… Además, las herramientas educativas audiovisuales suponen un apoyo muy valioso en el aula.
¿Crees que el libro ha muerto como instrumento pedagógico?
En absoluto. Es como la escritura a mano; no desaparecerá nunca. Leer en un soporte estático es imprescindible para el aprendizaje, para que el conocimiento se afiance en nuestro cerebro. Leer y escribir en papel nos construyen como personas.
¿Cuál será la próxima revolución en relación con la tecnología y la educación?
Ya la estamos viviendo: la inteligencia artificial. Es una maravillosa herramienta bien utilizada, pero, ¿de qué sirve que los alumnos copien lo que dice un autómata y lo vuelquen en un trabajo? Quizás la revolución esté en saber en qué momentos sí y en cuáles no la tecnología debe introducirse en educación. ¿Y si innovar es volver al lápiz y al papel de siempre?
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