Por qué celebrar los pequeños éxitos del día a día te hace más feliz

Tu mesa no puede soportar más trabajo acumulado, pero la jornada está siendo realmente productiva. Acabas de terminar una tarea con éxito y ya te has puesto manos a la obra con la siguiente. Sin tomarte un pequeño descanso. Sin ni siquiera saborear las mieles de tu triunfo. Como haces todos los días. Lo que es un error. Pues la celebración de todo éxito, grande o pequeño, no sólo te animará a seguir adelante con tus quehaceres, sino que te hará sentir mucho más feliz.

Pero te has atascado en una de tus obligaciones. Ya sean laborales, domésticas o ese encargo que te hizo un amigo o familiar. Y al contrario de lo que sucede con tus triunfos, aquí sí que haces una pausa para regodearte en tu fracaso. Para lamentarte y reprocharte tu falta de pericia. Para, básicamente, castigarte. Otra vez. Lo que es, de nuevo, un error.

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Brendon Burchard, coach motivacional y autor, entre otros libros de éxito, de El manifiesto por la motivación, explica que «si buscas mejorar tu vida, ser más atrevido y mejorar tu rendimiento, debes concentrarte en tus éxitos en lugar de quejarte de todas las cosas que van mal en tu vida». Te contamos por qué tienes que celebrar todos y cada uno de los logros que alcanzas en la vida. Por minúsculos que sean.

Te impulsa a seguir adelante

La vida moderna te exige, como le ocurre a todo el mundo, que seas una máquina de resolver tareas. Que seas todo lo productivo, o más, que puedes llegar a ser. Con prisas y sin pausas. Pero reflexionar sobre tus éxitos es muy reconfortante. Y también muy beneficioso para tu trabajo, cuando no para tu vida en general. De hecho, el reconocimiento de tus triunfos actuará como un chute motivacional y te impulsará a seguir persiguiendo tus objetivos.

Valida tu forma de afrontar los retos

No eres compasivo contigo mismo y te permites parar para machacarte cada vez que naufragas en el cumplimiento de un cometido. Entonces, ¿por qué no paras también cuando consigues un triunfo? Celebrarlo mejorará tanto tu autoconfianza como tu autoeficacia. Percibirás que eres capaz de lograr todo lo que te propongas, lo que te animará a asumir retos cada vez más exigentes. Es más: también reforzará tus estrategias y metodologías de trabajo, a las que es más que probable que vuelvas a recurrir en el futuro dado que te han llevado al éxito.

Como refiere Brendon Burchard, «dejémonos de quejas y excusas. Avanzar con plena confianza y fe, permitiéndonos notar los milagros y las bendiciones cotidianas, es la única manera de estar verdaderamente inspirados».

Date un capricho

A nadie le amarga un dulce. Así que permítete deleitarte con tu triunfo. Siéntete satisfecho por el trabajo bien hecho. Te ayudará a pensar en los quehaceres futuros no como una carga, sino como una oportunidad para nuevos regocijos. Y por qué no, recompensa tu buen hacer. Date un pequeño capricho que ponga en valor tu triunfo. Por ejemplo, invita a tu pareja a cenar en ese sitio de moda que tanto os gusta.

Inspiras a los que están a tu alrededor

No te lo guardes. Celebra tu éxito con las personas que te rodean. Todo el mundo está deseoso de compartir tu alegría. También de crear y vivir sus propios momentos de satisfacción. Como tú, por lo que se animarán a seguir tus pasos y alcanzar el triunfo. Les inspirarás. Lo que, desgraciadamente, no siempre sucede.

Como apunta Brendon Burchard, «la razón por la que las personas no hablan sobre sus éxitos es porque sienten que están fanfarroneando, por lo que prefieren guardar silencio y evitan celebrarlos.

Te permite descansar

Da igual que tu jefe, tu pareja o quien sea te exija que cumplas con tus cometidos sin descanso. Uno detrás de otro. Pero no eres una máquina. Necesitas descansar. Y celebrando tus triunfos, aunque sea durante unos breves momentos, cumplirás con la necesaria pausa entre quehaceres y recargarás las pilas para facilitar futuros éxitos. De esta manera evitarás quemarte y sufrir el tan temido burnout, y albergar la falsa sensación de que por mucho que hagas nunca será suficiente.