El estrés hace que busquemos el consuelo en la comida./ Imagen: Wildfox.
SALUD MENTAL
Por qué el estrés es el culpable de que ganes peso sin darte cuenta y que no puedas evitarlo
No todo depende de las grasas y los carbohidratos, el hambre emocional puede ser la culpable de que engordes a pesar de que tu dieta sea equilibrada. Esto es lo que puedes hacer para evitarlo.
Por María Corisco
06 DE NOVIEMBRE DE 2023 / 17:30
No hace tanto tiempo era más o menos habitual oír eso de “es que a mí me engordan los nervios”. Se hacía así alusión a la relación entre peso y estado de ánimo, una unión compleja en la que juega un importante papel el concepto de alimentación emocional. Hoy ya no hablamos de los nervios, pero sí de ansiedad y estrés: para muchos, en los momentos difíciles la comida deja de ser simplemente comida, y se convierte en refugio, recompensa y confort. Esto se refleja en nuestro físico con procesos como la celulitis emocional.
“El 60% de las personas nos dice que recurren a la comida para afrontar momentos de estrés”, explica Ana Morales, psicóloga experta en alimentación emocional y aceptación corporal. “Es un comportamiento que afecta más a las mujeres, no sólo por los imperativos sociales y de presión estética que se ejerce sobre ellas, sino también por factores hormonales y metabólicos. El resultado es que las mujeres terminan comiendo de manera emocional en mayor medida que los hombres”.
Habla la experta de hormonas y de metabolismo, y con ello apunta a una carretera de doble sentido: “Por una parte, la obesidad altera los niveles y funcionamiento de las hormonas, pero también sucede a la inversa”. ¿Qué ocurre cuando no estamos equilibrados emocionalmente porque hemos tenido un día horrible en la oficina, discutido con la pareja o no podemos más con los niños? Que tendemos a buscar comida que nos da calorcito, nos reconforta. “Esto sucede porque hay emociones -como el enfado, la tristeza o el aburrimiento-, que provocan que se active el cortisol, la hormona del estrés. Y, al aumentar el cortisol, el cuerpo nos pide automáticamente productos muy grasos o dulces, que están vinculados a esa comida reconfortante”.
El círculo vicioso del comer
Si el enfado nos provoca una subida de cortisol, comer esos alimentos provoca otra reacción: empezamos a segregar serotonina, un neurotransmisor que se produce en el cerebro y contribuye a esa sensación de bienestar que buscamos cuando nos comemos un bollo o un bombón. “Entramos así en el círculo vicioso del comer”, explica Ana Morales:
- Estoy mal, tengo estrés y me sube el cortisol.
- No sé manejar esa emoción y el cuerpo me pide grasas y azúcares para recibir serotonina y calmarme.
- Los niveles altos de serotonina me alivian, pero no siguen altos por mucho tiempo.
- Termina la sensación de bienestar, y el estrés sigue ahí porque no lo hemos trabajado.
- Surgen la culpa, la frustración o la vergüenza por haber comido alimentos que no queríamos tomar.
- Volvemos a sentirnos mal… y vuelta a empezar.
Las hormonas que nos hacen ganar peso
Además, la ansiedad y el estrés involucran a otras hormonas que nos hacen también ganar peso:
- Grelina: es también conocida como «hormona del hambre». En situaciones estresantes, sus niveles suben, con lo que aumenta nuestro apetito y comemos más.
- Leptina: es la hormona de la saciedad, y actúa de forma inversa. Envía señales para decirnos que ya hemos comido suficiente. “Pero el estrés y la falta de sueño nos llevan a una disminución de la sensibilidad de la leptina, de forma que somos menos capaces de reconocer que estamos llenos”.
Así pues, la hormona del hambre se activa, y la de la saciedad se inhibe. Tenemos más hambre y menos capacidad de sentir que ya hemos comido suficiente. Es la tormenta perfecta.
Otro factor importante es el descanso. “Se ha visto que la falta de sueño está relacionada con una mayor tendencia a engordar. Durante el sueño, aumentan los niveles de leptina y bajan los de grelina. Si pasamos mucho tiempo despiertos, como sucede cuando estamos con estrés y ansiedad, hay muchas más papeletas de que comamos más”.
¿Qué podemos hacer?
- Para mantener a raya los niveles de estrés y ansiedad, explica la experta, “el primer paso es el autoconocimiento: saber qué nos produce estrés y qué nos produce ansiedad”. Porque ambos conceptos son como un enorme cajón de sastre en el que cabe de todo. Decimos de forma genérica que estamos estresados, “cuando a lo mejor la emoción que subyace es el miedo, o el problema es tu dificultad para poner límites en el trabajo o en una relación”.
- Una vez que sabemos qué es lo que nos produce ese malestar, vamos a buscar las alternativas más saludables para hacerle frente. “Por ejemplo, si no sabemos poner límites, trabajaremos la asertividad. Es como trabajar para tener el kit de emergencia y estar prevenidos ante una situación complicada”.
- La autocompasión es fundamental. “Nos exigimos más de lo que podemos abarcar: si estamos en una situación estresante, no debemos añadir más estrés personal”. Así, si nos hemos agobiado en el trabajo y nos estamos comiendo una bolsa de patatas fritas, no es el momento de sentirnos culpables. “En vez de castigarnos por haber elegido una hamburguesa en vez de una ensalada, también tenemos que reconocer que somos humanos y que no siempre podemos con todo», añade.
Finalmente, la clave está en ser consciente de cuáles son las emociones asociadas para no echar más leña al fuego, y tratar de darles solución. “Y una solución, muchas veces, pasa por llamar a un amigo en vez de recurrir a la comida”, recomienda la experta.
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