Cómo superar el síndrome de la vejiga tímida que te tiraniza fuera de casa

Miedo al avión, a quedarse atrapado en un ascensor, a las arañas, a las agujas o a los espacios abiertos. Se trata de fobias socialmente aceptadas de las que las personas que las sufren pueden hablar con naturalidad. Pero imagina que la fobia es a hacer pis en un baño que no sea el tuyo, o incluso a hacerlo en tu propia casa si hay gente que sabe lo que estás haciendo. En esos casos la vergüenza y el miedo hacen que el problema se oculte y, con ello, siga condicionando la vida del afectado.

La paruresis –también denominada Síndrome de la Vejiga Tímida (SVT), Vejiga Vergonzosa, Timidez Vesical o Urofobia– se define como “la dificultad o imposibilidad de orinar en urinarios públicos o en situaciones en las que otras personas están o pudieran estar presentes”, explica el doctor Cristóbal Loriente Zamora. No todas las personas la sufren con la misma intensidad: en los casos más severos el afectado es incapaz de orinar fuera de casa, e incluso a veces tampoco en su propio baño si hay otras personas esperando; los más leves pueden orinar en cualquier wc siempre y cuando tengan suficiente intimidad como la que ofrece un baño con cabinas cerradas a cal y canto, pero no logran hacerlo en baños públicos en los que puedan ser vistos o en los que haya gente esperando.

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En cuanto a los datos, una encuesta realizada por Bavanisha Vytilingum ha encontrado que la mayoría de las personas con este síndrome (el 84%) tienen dificultad para hacer pis en los lavabos que tienen un sumidero común; un 58,7%, en un retrete público que esté  concurrido; un 39,7% refiere dificultad para orinar en un lavabo que esté tranquilo y, por último, un 15% revela que incluso orinar en casa podría ser problemático. Aunque en España no hay estudios sobre el número de personas que sufren paruresis, se estima, señala el doctor Loriente, que habría “cerca de tres millones de afectados, de los cuales 300.000 serían casos severos”.

Vergüenza y miedo: los condicionantes internos

Se trata de un problema complejo, silente y que provoca un enorme sufrimiento a la persona que lo sufre, tanto por las limitaciones en su día a día como por los sentimientos de vergüenza y miedo que esta afección provoca.

• Miedo. Aparece en prácticamente todos los afectados, lo que “justifica el diagnóstico oficial de fobia social, porque sus tentáculos asfixian la vida cotidiana: miedo a ser juzgados negativamente, miedo a que se rían, miedo a que les perciban como personas inferiores (sobre todo en el caso de los hombres, pues se asocia a menor masculinidad), miedo a ser rechazados o miedo a ser vistos como locos”.
• Anticipación. Otro condicionante interno es el de anticipar las consecuencias. Mientras la mayoría de las personas acuden a orinar sin inquietud en cualquier urinario o en su propia casa, el problema del parurético es que “lo interpreta como una tragedia que le marca y limita socialmente”. Esto se deriva en “su rechazo sistemático a permanecer fuera de su domicilio durante tiempos prolongados, pues su deseo íntimo es disponer de un baño seguro”.

Por tanto, la vejiga tímida es sinónimo de limitación: “Condiciona y limita la vida del afectado porque la necesidad de disponer de un baño seguro restringe los movimientos cotidianos, independientemente del grado de afección”, explica el doctor Loriente. Así, las encuestas de Vythilingum refieren estas limitaciones:

• El 15,9% de los afectados limita la bebida de líquidos
• El 38,1% evita viajar
• El 25,4% limita o evita acudir a acontecimientos deportivos o fiestas
• El 36,5% limita o elude invitaciones
• El 33,5% limita o evita citas

Así, “los paruréticos organizan su vida diaria teniendo en cuenta los urinarios seguros que pueden frecuentar, sin atreverse a romper la rutina porque temen alcanzar extremos difícilmente soportables”.

Un origen difícil de identificar

¿Cuál es la causa detrás de la vejiga tímida? No hay una respuesta única. Las exploraciones urológicas no suelen dar razones fisiológicas al problema, y generalmente se acepta que se trata de causas psicológicas que no se pueden determinar. Esto hace que cada persona afectada tenga “su particular mito del origen, nunca confesado salvo a terapeutas y poco más”.

La mayoría de estos mitos “atribuye el origen de la paruresis a eventos traumáticos, como la represalia paterna por orinar a destiempo originando infortunios en casas ajenas; risas y burlas adolescentes desatadas a raíz de un rendimiento escaso en competiciones urinarias; contratiempos imprevistos en campamentos infantiles que impiden orinar en el espacio y tiempo estipulado; eventualidades insospechadas que entorpecen la micción provocando indignación a quien pacientemente espera…”.

Un problema invisible que afecta a la calidad de vida

Estos mitos marcan el comienzo “de una vida jalonada de adversidades, con sentimientos dañinos que deterioran la identidad e incitan al encubrimiento de la paruresis”. Según la encuesta de Vythilingum, la vergüenza y el encubrimiento son constantes en quienes sufren este problema: más de un 60% de los participantes en el estudio siente vergüenza de su paruresis y, además, un número significativo de pacientes escondieron los síntomas, el 25,4% no lo contó a su pareja, el 44,4% no lo contó a su familia y el 58,7% lo escondió a sus amigos.

El encubrimiento hace que todavía se resienta más la calidad de vida de los afectados, añade aún más limitaciones e inconvenientes. En este sentido, el doctor Loriente Zamora apunta que “la llave del laberinto de la paruresis es la salida del armario”.

Cómo se puede salir del armario 

Sería “el hilo de Ariadna que rompe el círculo vicioso de la vida cotidiana del parurético, porque ocultarlo mantiene e incluso refuerza el síndrome de la vejiga tímida, aparte de los perjuicios que origina: incomprensión, sospecha, extrañeza, conflicto y aislamiento, entre otros”. La salida del armario sería, por tanto, una estrategia idónea y efectiva para ellos, dada la poca eficacia de las terapias clínicas y los beneficios psicosociales de quienes lo han hecho.

También son importantes los grupos de autoayuda “para reconocer el malestar y socializarse con otras personas en idéntica situación marginal”. Ahora bien, pueden ser un arma de doble filo porque “pueden convertirse en el refugio secreto de los pacientes, dado que el grupo protege la identidad”. Por tanto, sería imprescindible integrarse dar un paso más, integrarse en el contexto cultural predominante, “para que desaparezcan los tres pilares que sostienen el armario: el encubrimiento, la vergüenza y el miedo”.