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En la vida en pareja es importante asumir que todos cambiamos a lo largo de los años. FOTO: Julie Delpy y Ethan Hawke en Antes del amanecer.
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"No eres la misma persona a la que conocí". Que te digan esto como un reproche puede ser indicio del síndrome de la imagen congelada, que lleva a querer que el otro no crezca ni evolucione.
Por María Corisco
2 de octubre de 2024 / 07:54
Sentir que tu pareja se aferra al recuerdo que tiene de la persona que eras cuando os conocisteis puede frenar tu crecimiento personal. Seguir siendo eternamente la niña para tus padres puede ser enternecedor, pero también un fastidio cuando eso supone que no te vean capaz de afrontar tus retos o cuestionen tus decisiones. Ver cómo en tu trabajo aún hay personas que te miran con superioridad, como si todavía estuvieras en prácticas, puede llegar a minar tu confianza o hacerte sentirte permanentemente cuestionado Intentar que ese amigo de la infancia acepte que has madurado y ya no te interesan las mismas locuras que haciais cuando erais jóvenes puede ser frustrante. Todos estos casos son reflejo del síndrome de la imagen congelada. Y y no siempre es fácil lograr que esa imagen salga del congelador.
Este concepto, que se trabaja habitualmente en psicología, hace referencia a esa tendencia a “aferrarse a un perfil estático, fijo, de una situación o de otras personas, a pesar de que las circunstancias puedan estar cambiando o evolucionando”, explica la psicóloga Mireia Martín. “Se aplica tanto a la manera en que interpretamos nuestras propias experiencias como a la forma en que percibimos a los demás o ellos nos perciben a nosotros”.
En este síndrome, la visión que se tiene de la persona y de sus capacidades, intereses, habilidades o gustos, se ha quedado anclada en un momento del pasado. Da igual que hayan transcurrido años desde entonces: se la sigue percibiendo como si el tiempo se hubiera detenido.
El síndrome de la imagen congelada “se relaciona con la teoría de la consistencia cognitiva, que lleva a que el cerebro evite la disonancia cognitiva al mantener creencias o percepciones previas, aunque la realidad contradiga estas ideas”, explica la experta. Además, continúa, “este fenómeno también puede estar relacionado con la dificultad de algunas personas para aceptar la neuroplasticidad en los seres humanos, es decir, la capacidad de adaptación y cambio tanto mental como conductual”.
De cara a manejar estos sesgos y contrarrestar este síndrome, la experta recomienda “trabajar en flexibilidad cognitiva, que nos va a enseñar a actualizar nuestras percepciones de los demás y de las situaciones a medida que cambian las circunstancias”.
Cuando uno de los dos miembros de la pareja tiene una imagen congelada del otro tiende a verlo de manera fija y limitada. Esto puede manifestarse en recordar constantemente errores pasados, comportamientos antiguos o características que la pareja ha trabajado para cambiar. A pesar de la evolución o crecimiento de la persona, quien tiene la imagen congelada no actualiza su percepción.
Esta percepción fija “impide que se reconozcan los cambios positivos, lo que puede generar frustración y distanciamiento emocional. Cuando no se te reconoce puedes sentirte incomprendido o no valorado, lo que genera un ciclo de resentimiento”. Además, este síndrome puede llevar a la incapacidad de ponerse en el lugar del otro, ya que la imagen congelada bloquea la actualización de las experiencias y perspectivas de la pareja. Esto dificulta la empatía y, por tanto, la resolución de problemas.
En la amistad, este síndrome puede reflejarse cuando uno de los amigos sigue viendo al otro en un rol o característica que ya no es relevante. Por ejemplo, si un amigo fue en el pasado tímido o inseguro pero ahora ha ganado confianza, la imagen congelada le sigue tratando como la persona tímida de antes.
Cuando uno de los amigos no reconoce el crecimiento del otro o lo vive como una traición, la amistad puede resquebrajarse. Así, es posible que sienta que el otro está traicionando su auténtico yo, el del pasado, sin pensar que se trata de una cuestión de madurez y evolución. En algunas amistades, la imagen congelada puede llevar a que se mantengan expectativas poco realistas o no adecuadas.
Es muy frecuente que, en las relaciones familiares, “los miembros tiendan a categorizarse en ciertos roles: el responsable, el rebelde, el perfeccionista. Si la familia mantiene una imagen congelada en el tiempo puede resultar muy difícil para esa persona llegar a ser vista bajo una nueva luz”. Así, un hijo que fue considerado problemático en su juventud puede seguir siendo tratado como difícil por los padres o hermanos, aunque ahora sea maduro y responsable. “Cuando los padres no reconocen que sus hijos han crecido y cambiado pueden surgir tensiones o dificultades en la independencia de los hijos adultos”.
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