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Woody Allen, maestro del sarcasmo. Aquí, con Diane Keaton en Annie Hall. FOTO: D.R.
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Además de una estrategia de manipulación, el sarcasmo puede interpretarse como una falta de respeto y hacer que quien recibe el comentario se sienta avergonzado. Así puedes evitar el conflicto.
Por Marcos López
8 de septiembre de 2024 / 09:19
Eres una persona con un gran sentido del humor. De hecho, no hay ocasión en la que no adereces lo que digan o hagan tus allegados con un comentario jocoso. Pero de un tiempo a esta parte tanto chascarrillo se te ha ido de las manos. La paciencia tiene un límite y tus amigos empiezan a estar hasta el gorro de tus ironías. Y qué decir de tu pareja, que para tu sorpresa reacciona a tus réplicas con un cada vez mayor enfado. Así que ha llegado el momento de que midas tus palabras. De poner fin a ese sarcasmo que, aunque no malintencionado, va a acabar destruyendo todas tus relaciones.
El chiste que te pareció tan divertido, ¿a que ya no lo es tanto, o nada, cuando lo escuchas por vigésima vez? Pues lo mismo sucede cuando te ríes continuamente del prójimo. No tiene nada de gracioso. Al contrario, puede resultar muy dañino. Ghazaleh Emambakhsh, coach especializada en relaciones, explica que «la exposición frecuente al sarcasmo en una relación puede generar sentimientos de inseguridad, frustración y desconfianza. Es posible que el receptor sienta que camina sobre un alambre, sin estar nunca seguro de si se burlan de él o de si verdaderamente lo aprecian».
En realidad no estás intentando ser gracioso. El sarcasmo puede ser una herramienta a la que recurrir para expresar sentimientos negativos que nada tienen de divertidos. Se trata de ocultar un reproche intencionado dentro de un comentario ingenioso, que disfrazas de broma para no provocar una confrontación. Cuando menos en teoría. Y es que la víctima de la puya puede sentirse muy dolida, extremadamente ofendida, y responder de forma muy agresiva.
Como indica Shenbakam Natarajan, coach especializada en terapia de parejas, «el sarcasmo y otras expresiones de desprecio como los insultos y la burla pueden crear una sensación de falta de respeto y desdén, haciendo que la otra persona se sienta infravalorada y no querida».
Querías halagar a tu amigo, pero sólo has conseguido enfadarlo. De tanto abusar de la ironía mordaz, la gente ya no discierne si te estás burlando o no de ella. Así que tienes que parar, y cuanto antes mejor. No dejes que te pase como al protagonista del cuento de Pedro y el lobo y que tus allegados, sobre todo tu pareja, piensen que todo lo que dices esconde un doble sentido malicioso. Que tus comentarios, por muy serios que sean, ya no tengan ninguna credibilidad.
Recurrir al sarcasmo para intentar advertir a tu pareja o amigos sobre algo en su comportamiento que debería corregir tampoco es siempre buena idea. Tal vez es mejor decirle directamente en qué está equivocado. O dicho de otro modo, no hay ninguna razón para recurrir a un sarcasmo que puede malinterpretarse y hacer que el beneficiario de tu ayuda sólo se sienta insultado.
Ghazaleh Emambakhsh alerta de que «con el tiempo, el uso del sarcasmo puede hacer que el destinatario de los comentarios vea dañada su autoestima y contribuir a una dinámica tóxica en la que la comunicación abierta y honesta se vuelva cada vez más difícil».
No es sólo lo que dices. También es cómo lo dices. El tono de tus apreciaciones jocosas, siempre tan sumamente condescendiente, no es el más adecuado. Tampoco ayuda que gires la cabeza y pongas los ojos en blanco. El objetivo de tu ironía se sentirá avergonzado, sobre todo si hay más personas que oyen tu chascarrillo. Una vez más, mide tus palabras, que aquí no tienen nada de inocentes. Y presta más atención a tu comunicación no verbal.
En definitiva, el sarcasmo acaba minando la confianza en una relación y genera un gran dolor emocional al destinatario de los comentarios. También es una estrategia de manipulación que utilizan las personas narcisistas para salirse siempre con la suya. Pero no renuncies al humor que tanta alegría aporta a tu vida y a la de tus allegados. Tan sólo hay que utilizarlo con juicio.
Como concluye Jola Jovani, coach especializada en relaciones, «como todo lo bueno, el buen o mal uso del sarcasmo depende del contexto. Utilizado para menospreciar a tu pareja o en medio de una pelea causará un gran daño. Pero empleado en significados ocultos compartidos, bromas y situaciones informadas puede resultar divertido y fortalecer vuestra conexión».
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