
Un paseo a mediodía nos aporta dos beneficios: recargarnos de vitamina D y mantener el colesterol bajo control. FOTO: Getty Images.
SI AÚN NO LO HACÍAS, ESTÁS TARDANDO
Los cambios hormonales de la menopausia disparan los niveles de colesterol, pero vigilarlo y controlarlo no es imposible
Sin estrógenos, la mujer pierde el blindaje hormonal que protegía a su corazón. Por suerte, este riesgo se mide fácilmente en una analítica y se puede controlar con un estilo de vida activo y saludable.
20 DE NOVIEMBRE DE 2025 / 17:00
Los expertos no se cansan de repetir que la menopausia no es, ni mucho menos, una enfermedad. Esta frase, que todos nos deberíamos grabar a fuego, nos podría llevar a pensar que todo lo que sucede en esta etapa es pasajero. Sin embargo, no es así. Hay una larga lista de síntomas que pueden afectar en mayor o menor medida a la calidad de vida. La lista de los síntomas visibles es larga: caída de pelo, piel tirante, niebla mental, falta de energía… Pero hay otros signos, generalmente invisibles, que sí que tienen repercusión en la salud. Como el curioso —y poco conocido—caso del colesterol en menopausia.
Mujeres que cuidan su alimentación. Que llevan una vida más o menos activa. Que nunca han tenido un solo asterisco en sus analíticas. De repente, muchas de esas mujeres cumplen los 50 o los 55, instaladas ya en la etapa de postmenopausia, y se encuentran con la sorpresa en su revisión: los valores del colesterol se han elevado. «Tras la menopausia, el perfil lipídico de las mujeres experimenta cambios significativos», explica el doctor Enrique Redondo, endocrinólogo del hospital HLA Universitario Inmaculada de Granada, del grupo ASISA.
El colesterol malo sube y el bueno, baja
Ese perfil lipídico al que se refiere el doctor no es otra cosa que la medición de los niveles de grasas (lípidos) que se encuentran en la sangre. Lo que sucede con el fin de la menstruación es que se pierde el efecto protector y regulador de los estrógenos. «El colesterol LDL (conocido como ‘el colesterol malo’) puede aumentar entre un 10% y un 15%. Acompañando este incremento, se observa una disminución del HDL (el colesterol bueno o protector), así como un aumento de los triglicéridos. Todo esto representa un deterioro triple en la salud cardiovascular», aclara el doctor.
En los análisis esto se refleja en que los valores de colesterol total superan los 200mg/dl, y que el LDL excede los 130mg/dl. Los cambios de estas cifras son bastante frecuentes. El doctor Redondo recuerda que entre el 80% y el 90% de las mujeres experimentan algún grado de alteración en sus niveles de colesterol en menopausia. «Esta variación se consolida durante los primeros años de postmenopausia, coincidiendo con la pérdida brusca de estrógenos», explica.
Despedirse de los estrógenos cardioprotectores
Tradicionalmente, se ha relacionado esta subida del colesterol con la edad. Como advierte el experto de ASISA, «es crucial que las mujeres entiendan que la menopausia es la etapa donde el corazón de la mujer pierde su blindaje hormonal«. El motivo es simple: los estrógenos son, entre muchas otras cosas, unas hormonas de acción cardioprotectora. De hecho, actúan en tres sentidos: ordenan al hígado que capte y elimine el colesterol LDL (o malo) de la sangre; regulan el metabolismo de triglicéridos, evitando que se disparen; y, por último, ayudan a mantener una distribución saludable de la grasa.
El hipoestrogenismo, es decir, la caída de los estrógenos, se traduce en que ese blindaje hormonal sobre el corazón desaparece. «Su ausencia crea un ambiente propicio para la formación de placas en las arterias». En otras palabras, crece el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, como insuficiencia cardiaca, infartos, ictus, arritmias… De hecho, tras la menopausia, el riesgo de estas patologías en la mujer iguala e incluso supera al del hombre, convirtiéndose en la principal causa de mortalidad femenina.
¿Por qué no nos fijamos en el colesterol en menopausia?
A pesar de este cambio de patrón, son muchas las mujeres que no vigilan su colesterol en menopausia (la forma más fácil y fiable de evaluar ese riesgo cardiovascular). El endocrino opina que históricamente el abordaje de la menopausia se centra más en los síntomas agudos y visibles. «Además, el colesterol alto no se siente ni duele. Pasa desapercibido y, si no se realizan analíticas regulares que incluyan este valor, no se advierte el deterioro gradual de las arterias», razona.
Aunque la menopausia no discrimina, sí impacta más a quienes presentan factores de riesgo previo. Por eso, existen casos en los que el control del colesterol y de la salud cardiovascular debe ser más estricto. Especialmente entre quienes ya tenían un perfil lipídico al límite o alterado; las que experimentan un aumento de peso durante el climaterio o aquellas con antecedentes familiares.
El riesgo se puede revertir
Pese a que al hablar de enfermedades cardiovasculares puedan saltar las alarmas, el doctor Redondo insiste en que «es absolutamente posible mitigar y, en muchos casos, revertir la subida del colesterol asociada a la menopausia. La clave reside en un enfoque proactivo del estilo de vida, idealmente desde la perimenopausia». Por tanto, esos años deben verse como una ventana de oportunidad crítica para invertir en la salud del corazón.
En esa prevención cardiovascular, que sustituye al escudo hormonal que se pierde, hay que atender, principalmente, a la nutrición. Priorizar las grasas saludables, aumentar la ingesta de fibra soluble (avena, legumbres, cebada y manzana) y de fitoesteroles.
El ejercicio es, por supuesto, innegociable. «Se debería combinar el entrenamiento de fuerza con, al menos, 150 minutos semanales de caminata rápida, running o baile«, aconseja. Con respecto a la suplementación, existe evidencia sobre el efecto del omega 3, la levadura roja de arroz, los fitoesteroles… Pero su uso siempre requiere supervisión médica.
No saltarse el control anual
Por último, y dado que comprobar los niveles de colesterol en menopausia es fundamental, toca recordar que no hay que posponer el chequeo anual. Ni por pereza, ni por falta de tiempo. «Estos controles son cruciales a partir de la menopausia, considerándose un punto de inflexión para una evaluación cardiovascular completa».
Junto a la analítica de rigor (con perfil lipídico completo que desglose HDL, LDL y triglicéridos), se puede evaluar la glucosa e insulina en ayunas; medir la tensión arterial y el perímetro de cintura, un indicador muy útil de la gasa visceral. Aquí, más que nunca, prevenir es mejor que curar.
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