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La carrera por los alimentos biohackeados no ha hecho sino empezar. FOTO: Freepik.

CUERPO

Qué son los alimentos biohackeados y por qué son cada vez más populares

Vegetales repletos de vitaminas, huevos sin gallinas, lácteos sin vacas o carne sin animales. Desde los laboratorios se empiezan a biohackear los alimentos para hacerlos más sostenibles y nutritivos.

Por María Corisco

29 DE ENERO DE 2025 / 14:00

En las últimas décadas, la relación entre los alimentos y la salud ha evolucionado enormemente. Ya no se busca solo saciar el hambre o disfrutar de su sabor, sino que cada vez se valoran más por su capacidad y propiedades para aumentar el bienestar. Primero llegaron los alimentos enriquecidos, aquellos a los que se les añadieron vitaminas y minerales para prevenir deficiencias, como la leche fortificada con vitamina D o la sal con yodo; más tarde aparecieron los alimentos funcionales, diseñados para aportar beneficios específicos a la salud más allá de su valor nutricional, como los yogures con probióticos que mejoran la salud intestinal o los cereales con fibra para favorecer el sistema cardiovascular Ahora llega el turno de los llamados alimentos biohackeados.

Con ellos se busca dar un paso más allá y aprovechar los avances en biotecnología para optimizar sus propiedades, ya sea aumentando su contenido de nutrientes, haciéndolos más sostenibles o incluso diseñándolos para abordar problemas globales como la desnutrición. La idea es utilizar tecnología avanzada, como la biología sintética y la ingeniería de precisión, para replicar, mejorar o sustituir alimentos tradicionales.

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El caso de las súper lechugas doradas valencianas

Un ejemplo es el de las lechugas doradas que se han desarrollado en Valencia por el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), una colaboración entre el CSIC y la Universitat Politècnica de València. Estas súper lechugas tienen en sus hojas hasta 30 veces más betacarotenos, un pigmento con propiedades antioxidantes, inmunoestimulatens y potenciadores de la cognición, además de ser el principal precursor de la vitamina A. Como señala Manuel Rodríguez Concepción, investigador del CSIC en el IBMCP, «supone un avance muy significativo para mejorar la nutrición mediante la biofortificación de verduras como la lechuga, la acelga o las espinacas, sin renunciar a su aroma y sabor característicos».

Aunque en este contexto académico no se habla de biohacking, sí hay razones para incluirlas en este grupo:

  • Usan biotecnología avanzada. Estas lechugas fueron modificadas para tener 30 veces más vitamina A al incrementar sus niveles de betacaroteno mediante técnicas biotecnológicas, como la manipulación genética. Con ello se mejora su valor nutricional sin afectar la salud de las plantas.
  • Mejoras dirigidas a solucionar problemas específicos. Con este tipo de bioingeniería se abordan deficiencias nutricionales comunes, como la falta de vitamina A, que puede causar problemas de salud en poblaciones vulnerables.
  • Propósito de optimización. Los alimentos biohackeados buscan optimizar ciertas propiedades nutricionales, sostenibles o funcionales, lo que coincide con el objetivo de estas lechugas.
Así son las lechugas doradas diseñadas por investigadores españoles. FOTO: UPV

Huevos, carne, lácteos, aceites…

La industria está muy atenta a esta tendencia, de forma que las grandes empresas de alimentación están invirtiendo en startups orientadas al food tech. Son muchas las posibilidades, como se puede ver en estos ejemplos de alimentos biohackeados que ya están asomando la patita:

  • Carne cultivada en laboratorio. Empresas como Upside Foods o Eat Just producen carne a partir de células animales en biorreactores. Su ventaja es un sabor y textura idénticos a la carne real, sin necesidad de criar y sacrificar animales.
  • Huevos sin gallinas. Every Company ha desarrollado proteínas de huevo utilizando fermentación de precisión. Se busca utilizar menos recursos y eliminar el sufrimiento animal.
  • Lácteos sin vacas. Perfect Day utiliza fermentación microbiana para producir caseína y suero de leche idénticos a los de la leche convencional, aptas para intolerantes a la lactosa o para quienes buscan alternativas más sostenibles.
  • Aceites diseñados molecularmente. Combinan propiedades de diferentes grasas, diseñados para ser más saludables o para usarse en aplicaciones específicas, como la repostería o fritura.

Defensores y detractores

El desarrollo de este tipo de alimentos no ha hecho sino comenzar, pero parece una carrera de largo recorrido. Entre las razones para el interés y la popularidad que han suscitado se encuentra un menor impacto ambiental: en el caso de la carne, la producción tradicional genera grandes cantidades de emisiones de gases de efecto invernadero y utiliza enormes recurse de agua y tierra; la carne cultivada, en cambio, requiere menos recursos y genera menos contaminación.

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  • Salud y personalización. Estos alimentos pueden enriquecerse con vitaminas, minerales o componentes beneficiosos (por ejemplo, proteínas más fáciles de digerir o menos grasas saturadas). Además, es posible eliminar alérgenos comunes, como la lactosa o las proteínas que causan alergias al huevo.
  • Innovación tecnológica y curiosidad. Representan el futuro de la alimentación, atrayendo a consumidores interesados en probar avances científicos aplicados a la vida diaria. Y también generan interés entre quienes buscan soluciones innovadoras para problemas globales, como el hambre o el cambio climático.
  • Mayor acceso y eficiencia. Tecnologías como la fermentación de precisión permiten fabricar alimentos biohackeados de manera más rápida y económica. Estas soluciones podrían facilitar el acceso a alimentos de calidad en áreas donde escasean recursos tradicionales

Pero también hay aspectos de debate: Por una parte, hay preocupación sobre si estos alimentos estarán disponibles para todos o si serán accesibles solo para ciertas poblaciones. Por otra, sus efectos a largo plazo tanto sobre la salud como sobre el medio ambiente aún no se conocen por completo. Por otra parte, también hay polémica acerca de si es lícito éticamente diseñar alimentos de otra manera, y hay personas que cuestionan hasta qué punto los humanos deberían intervenir en la naturaleza.

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