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NO TE PIERDAS El estrés está arruinando tu dieta

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comer con prisas y multitarea dificulta la respiración y la digestión

Cuando comes a toda velocidad y con el estrés del trabajo, ni la mejor ensalada salva a tu digestión. Foto: Mizuno K / Pexels

El peor robanutrientes

Cortisol, el saboteador silencioso de tu nutrición perfecta

Puedes medir macros y pesar semillas de chía, pero si comes a 200 pulsaciones tu cuerpo no absorbe ni la mitad de lo que planeaste

Por Eva Carnero

1 DE OCTUBRE DE 2025 / 14:00

El estrés es mal amigo de la digestión. Sin embargo, suele ser un compañero de viaje demasiado frecuente en nuestras vidas. Cuando apenas queda sitio en la agenda para nada que no sea una obligación profesional o un compromiso personal, suelen aparecer episodios de estrés. Si es puntual, no traerá mayores consecuencias. De hecho, los expertos nos recuerdan que este estrés ocasional no es malo, sino que nos mantiene alerta y preparados para enfrentarnos a las situaciones complicadas de día a día con más garantías de éxito.

El problema surge cuando ese episodio puntual deja de serlo y el estrés se instala en la nuestra vida. Cuando se convierte en estrés crónico. Ahí, realmente es cuando se desencadenan sus efectos nocivos.

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Salud física y mental, imposible de separar

Las consecuencias del estrés sostenido en el tiempo afectan tanto a la mente como al funcionamiento de los órganos del cuerpo. El aparato digestivo es uno de los grandes damnificados por ese estrés crónico. Todo tiene una explicación química: el aumento de cortisol (hormona del estrés) interfiere en el desarrollo de la digestión impidiendo que se produzca correctamente.

«La digestión no empieza en el estómago, sino en el cerebro», asevera la doctora Débora Nuevo, médico internista y jefa de la Unidad de Longevidad y Microbiota de Olympia Quironsalud.  «Cuando estamos estresados, se activa una respuesta de alerta que prioriza la supervivencia. Esto hace que el flujo sanguíneo, la energía y los recursos se desvíen hacia los músculos y el cerebro, al mismo tiempo que se reducen en el sistema digestivo». Como consecuencia, se producen menos jugos gástricos y enzimas, y la motilidad intestinal se altera. «Todo ello dificulta una digestión completa y una absorción óptima de nutrientes».

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El estrés y la malabsorción

Esta mala absorción causada por el estrés crónico puede tener diversos desencadenantes. Uno de ellos hace referencia al incremento de cortisol. Cuando los niveles de esa hormona suben como la espuma se reduce la secreción de ácido gástrico y enzimas pancreáticas. «Al disminuir estas enzimas, la digestión de proteínas, grasas y carbohidratos es incompleta. Esto se traduce en una absorción deficiente de aminoácidos, vitaminas liposolubles y minerales. Si esta situación se prolonga, puede desembocar en déficits nutricionales y molestias digestivas recurrentes», advierte la experta.

Por otro lado, el estrés también puede alterar el tránsito intestinal y provocar estreñimiento o diarrea, lo cual repercute también en la absorción. Así lo explica la doctora: «Un tránsito acelerado no da tiempo a que se absorban los nutrientes, mientras que uno enlentecido favorece fermentaciones e inflamación. Y eso, también perjudica la absorción».

¿Qué pasa en el intestino cuando estamos estresados?

Otro efecto directo del estrés en el aparato digestivo, y que también acaba en una absorción deficiente de nutrientes, es la inflamación. «El estrés crónico favorece la inflamación y aumenta la permeabilidad intestinal. Lo que conocemos como intestino permeable es que algunas toxinas y fragmentos alimentarios traspasan la barrera intestinal y llegan a la sangre, desencadenando inflamación sistémica«, describe la experta.

Además, daña las estructuras intestinales responsables de absorber nutrientes, reduciendo su eficacia.

Por otro lado, no podemos pasar por alto cómo el estrés hace estragos en la colonia de microorganismos que habitan en el intestino. Tanto la diversidad como el equilibrio de la microbiota se ven alterados, «reduciendo las bacterias beneficiosas y favoreciendo especies proinflamatorias. Una microbiota alterada produce menos compuestos que nutren y protegen la mucosa intestinal, lo que compromete indirectamente la absorción de nutrientes», apunta Nuevo.

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La masticación también influye

A la lista de procesos mencionados que se producen a causa del estrés, se suma la forma en que masticamos los alimentos. Lo ideal sería que triturásemos cada bocado lentamente, para que lleguen al estómago en condiciones óptimas para su digestión. Sin embargo, cuando estamos estresados solemos modificar la masticación, siendo, la mayoría de las veces mucho más rápida y deficiente.

Una de las consecuencias de ello es que «los alimentos llegan menos triturados al estómago, dificultando la acción de las enzimas. Además, comer en estado de estrés aumenta el riesgo de reflujo, hinchazón y digestiones pesadas, lo que repercute en cómo se absorben los nutrientes», advierte la doctora.

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La clave, el equilibrio emocional

La relación entre el estrés y la digestión se presenta, por tanto, como una prueba más de la existencia del eje que une el cerebro y el intestino. Tanto es así que, para la experta, «la gestión del estrés no es solo una cuestión de salud mental, sino también de salud digestiva y nutricional».

Recalca esta experta que «una digestión eficiente requiere un sistema nervioso en equilibrio, una microbiota sana y un entorno interno que favorezca la correcta absorción de nutrientes». Por tanto, aprender a comer sin prisas, gestionar la tensión diaria y cuidar la salud intestinal «son pasos clave para optimizar nuestra nutrición y, en última instancia, nuestra salud global», concluye.

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