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Las duchas de 5-10 minutos a una temperatura de 15-16º C son muy eficaces para acelerar la recuperación muscular tras el entrenamiento. FOTO: Pexels.

Ejercicio

El secreto para recuperar tus músculos tras el ejercicio es darte una ducha fría de cinco minutos

Te ayudará a reducir la inflamación activada por tu cuerpo para sanar los músculos, lo que mitigará tu cansancio y tu dolor muscular.

Por Marcos López

13 DE FEBRERO DE 2025 / 07:30

No hay duda de que hacer deporte tiene un sinfín de beneficios para todo tu organismo. Tanto a corto como a medio y largo plazo. Aunque quizás no tanto en el momento inmediato: como cada día al acabar tu rutina de ejercicios, estás para el arrastre. Así que toca recuperarse. No sólo reponer la energía y fluidos perdidos, sino paliar el cansancio que invade tus músculos. Y lo mejor para ello es darte un ducha (bien) fría.

Es cierto que te encuentras bañado en sudor y que sientes un calor muy intenso. Por lo que ponerse bajo un chorro de agua fría no parece una idea demasiado apetecible. Pero como explica Adrián Rodríguez, entrenador personal, «además de ayudar a refrescar tu cuerpo, someterte a una ducha helada te ayudará a reducir el dolor muscular y la inflamación y estimulará tu metabolismo».

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Tus músculos están inflamados

Terminado el ejercicio, aparecen las agujetas. O lo que es lo mismo, el dolor asociado a la inflamación del tejido muscular que se presenta cuando el cuerpo es sometido a un esfuerzo físico más exigente del habitual. Una respuesta totalmente natural del organismo para sanar las microrroturas que se producen en las fibras musculares. Así que deja que la naturaleza siga su curso. Pero mejor sin dolor. Abre el grifo de la ducha. Que empiece a correr el agua. Fría.

En realidad, esta exposición al agua gélida tras un entrenamiento no es concepto nuevo. Los atletas de élite llevan años sumergiéndose en baños de hielo para recuperarse de un ejercicio de alta intensidad. No en vano, como ha demostrado la Universidad del Ulster, el agua fría ayuda a paliar el dolor de los músculos y favorece su recuperación. Lo que tiene una sencilla explicación: cuando son sometidos a bajas temperaturas, los vasos sanguíneos que irrigan los músculos se contraen y drenan una sangre llena de ácido láctico y otros deshechos metabólicos que se generan durante el ejercicio. Una limpieza que da como resultado una reducción de la inflamación.

Te llena de energía y acelera tu metabolismo

Pero aún hay más: una vez fuera del agua, los vasos se expanden y se llenan de sangre nueva repleta de oxígeno, lo que además de mejorar el funcionamiento del músculo elimina todo resto de ácido láctico. Como indica Liwaa Bou Ghader, entrenador personal, «al aumentar el flujo sanguíneo, las duchas frías promueven una mejor circulación a través de tu cuerpo, manteniéndote lleno de energía».

También te ayudan a relajarte. A ralentizar los latidos de un corazón desbocado por el esfuerzo, tal y como ha revelado la Universidad Mahidol. E igualmente, acelera tu metabolismo. O lo que es lo mismo, obliga a tu cuerpo a quemar más calorías para mantener su temperatura. Y no hay nada mejor que contar con un metabolismo rápido. Liwaa Bou Ghader destaca que «al acelerar tu metabolismo, las duchas frías pueden ayudarte a mantener un peso saludable y potenciar tus niveles de energía».

Fortalece tus defensas (y mucho más)

En realidad, no hace falta que exprimas tus músculos para beneficiarte del sinfín de efectos positivos que las duchas heladas tienen para tu salud. Entre otros, una reducción de la frecuencia de las migrañas, una potenciación del sistema inmune y una mejora de la sensibilidad y resistencia a la insulina, de la calidad del sueño y del estado de ánimo.

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¿Ya has abierto el grifo? Pues ve poco a poco. Basta con 30 segundos para empezar. Se trata de ir ganando resistencia hasta aguantar los 5-10 minutos con los que obtendrás todos los beneficios de la ducha fría. Que, por cierto, tampoco tiene que ser una tortura bajo cero. No es cuestión de sufrir (demasiado). De que tu piel adquiera un color azulado. Entre 15º C y 16º C, que es la temperatura a la que sale el agua tras dejarla correr, es más que suficiente.

Un último apunte: si el objetivo que buscas con tu ejercicio es ganar masa muscular, no tonificar, entonces las duchas frías tras el entrenamiento no son para ti. Como concluye Adam Pfau, «las terapias de frío después del ejercicio perjudican la señalización anabólica necesaria para un crecimiento muscular óptimo. Por el contrario, los estudios sugieren que, en este caso, la terapia de calor es mejor». Abre el grifo de agua caliente.

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