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Hay ciertos indicadores de nuestro organismo que nos alertan de que algo no va bien./ Foto: Burberry.

Cuerpo

Cinco signos de inflamación por los que deberías ir al médico

Resfriados continuos, dolor persistente, fatiga, alteraciones del estado del ánimo y trastornos intestinales. Si padeces alguno de estos síntomas, puede que padezcas inflamación crónica.

Por Marcos López

12 de febrero de 2024 / 18:04

La inflamación es la respuesta que orquesta el sistema inmune para hacer frente a aquellos elementos que, caso de un patógeno infeccioso, son considerados dañinos por el organismo. Una respuesta totalmente natural que igualmente se activa cuando el cuerpo necesita curar una lesión. Por tanto, y además de totalmente necesarios, los procesos inflamatorios son beneficiosos. Cuando menos a corto plazo. De prolongarse mucho en el tiempo pueden llegar a provocar la aparición de enfermedades muy graves. Es decir, la dolencia pasa de durar días a semanas, meses y años: se cronifica.

El doctor Fernando José García, del Servicio de Urgencia Médica de la Comunidad de Madrid (SUMMA 112), explica que «para regular la inflamación, el cuerpo produce unas proteínas específicas, las citoquinas proinflamatorias, que en caso de ser liberadas continuamente durante un amplio periodo de tiempo acabarán dañando diversos órganos».

De hecho, esta respuesta persistente o «inflamación crónica de bajo grado» se asocia a un mayor riesgo de presentación y progresión de patologías cardiovasculares, pulmonares y neurodegenerativas, así como de la diabetes tipo 2 y de distintos tipos de cáncer.

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Cómo saber si se ha cronificado una enfermedad

Pero, más allá de lo evidente como una herida superficial que no acaba de sanar, ¿cómo saber cuándo la inflamación se ha cronificado y, en lugar de ayudar, está poniendo en riesgo la salud del organismo? Pues hay una serie de signos y síntomas que alertan de que este proceso ha excedido, y mucho, su duración habitual, debiéndose ser consultados sin más dilación con un médico:

Catarros continuos

El sistema inmune no está a lo que tiene que estar. No funciona como debería, por lo que su capacidad de combatir los patógenos está disminuida. Y el problema va mucho más allá de que te acatarres una y otra vez. Eres más vulnerable a contraer muchas otras enfermedades infecciosas. Y también, según sugieren algunos estudios, a desarrollar una enfermedad autoinmune, en la que el sistema inmunitario confunde los tejidos u órganos propios con enemigos externos y acaba atacándolos –lo que sucede, por ejemplo, en la artritis reumatoide o en el lupus.

Dolor persistente

No se trata de un dolor de espalda duradero por una mala postura. La presencia de un dolor muscular o articular persistente que no tiene explicación puede ser indicativo de inflamación crónica, en la que, apunta el experto, «las células inflamatorias liberadas de forma continua por el cuerpo acaban atacando sus propios tejidos». Igual que en una patología autoinmune.

Fatiga

Los días no parecen acabar nunca: estás exhausto. Tu cuerpo está invirtiendo mucha energía en batallar contra una infección, o curar una lesión, que en realidad no existe. Y a ello se suma que el dolor no te permite dormir lo que deberías. El resultado es que tu reloj biológico se ve alterado, lo que también aumenta los niveles de inflamación.

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Emociones alteradas

¿No has dormido bien? Es lógico que, junto con el cansancio, aflore la irritabilidad. Pero aún hay más: «las citoquinas liberadas en la inflamación crónica –indica el doctor García– también pueden afectar a los neurotransmisores cerebrales asociados con las emociones y el estado de ánimo». Y no se trata solo de una paciencia limitada: entre otros síntomas de este proceso inacabado también se encuentran la ira, la ansiedad y la depresión.

Trastornos digestivos

Tu aparato digestivo siempre funcionó como un reloj, pero ha dejado de hacerlo. Un efecto directo de la inflamación crónica de la capa que reviste tu intestino delgado y que provoca, entre otros síntomas, diarrea, estreñimiento y reflujo gastroesofágico. En estos casos, las bautizadas como «dietas antiinflamatorias» podrían resultar de gran ayuda.

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