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Te excluyen de sus conversaciones, se burlan de ti o te hacen comentarios intimidantes, y te faltan el respeto. O también te castigan con su silencio. Eres víctima del bullying y tienes que ponerle fin.
Por Marcos López
20 de junio de 2024 / 15:26
Ya están tus compañeros de oficina cuchicheando otra vez a tus espaldas. Hablando (muy) mal de ti. Y no se cortan un pelo a la hora de mirarte y carcajearse. Lo que te resulta muy frustrante y descorazonador. Incluso te sientes amenazado. Y es que el bullying no es sólo cosa de niños: los adultos también pueden ser sometidos a una intimidación verbal, física o emocional. Tanto presencial como en línea. Y no sólo en el trabajo: también por parte de sus amigos e, incluso, parejas. Te contamos cómo identificar a los abusones y plantarles cara para que te dejen en paz para siempre.
Está por todas partes. Hasta un 31% de los estadounidenses reconoce haber sido víctima del bullying durante su etapa adulta. Lo que, entre otras consecuencias, les ha generado estrés –en hasta un 71% de los casos–, ansiedad o depresión (70%) y pérdida de autoestima (55%). También trastornos del sueño (39%), cefaleas (26%) y tensión y dolor muscular (22%), llegando a sentirse en enfermos de forma frecuente.
Así que ha llegado el momento de ponerle fin a estos comportamientos aberrantes. Como explica la doctora Leah Katz, psicóloga clínica, «no se habla lo suficiente sobre el acoso en adultos, que suele ser más sutil, y por tanto más insidioso, que el que se produce durante la infancia, por lo que resulta más difícil de reconocer y abordar».
No se trata de que te quiten el bocadillo en el recreo. Los adultos son víctimas de acoso cuando son excluidos de forma intencionada de conversaciones o eventos; reciben comentarios amenazantes o intimidantes; sufren faltas de respeto o, incluso, una intimidación física; y son la diana de alabanzas o chistes ambiguos. Una y otra vez con el objetivo de que se sientan avergonzados. Pero los agresores también pueden adoptar un comportamiento más pasivo-agresivo y castigarte con un silencio perpetuo cada vez que asomas por la puerta.
El abusón, apunta la doctora Katz, «busca sabotear el bienestar, la felicidad o el éxito de su víctima y aislarla social o profesionalmente. Y para ello podrá llevar a cabo burlas hostiles, vergonzantes o amenazantes y difundir rumores negativos de los que se negará a hablar cuando la víctima le pida cuentas».
Pero no hace falta ni que estés presente. Tal y como sucede con tantos niños, también puedes ser víctima de ciberacoso. Tu bandeja de correo y tus redes sociales se llenarán de mensajes hirientes, contenido vergonzoso y rumores negativos. Y dado el anonimato que ofrece internet, no podrás identificar a tu abusón ni pedirle responsabilidades. Lo que te resultará aún más frustrante.
No importa. Es el momento de pararle los pies tanto al abusón que orquesta el acoso como a sus secuaces. Los, en palabras de la experta, «acosadores secundarios, que son los espectadores que ven lo que están sucediendo y participan en mayor o menor medida o son cómplices al no decir, ni hacer, nada».
El bullying infantil está en boca de todos, por lo que se ha instaurado, como no puede ser de otra manera, una política de tolerancia cero con los acosadores. No tanto en el caso de los adultos. Pero hay una serie de medidas muy sencillas para identificar a los perpetradores y poner fin a su actitud. La primera, refiere la doctora Katz, «establecer unos límites estrictos». Y si el agresor los traspasa, es el momento de hacérselo saber a los demás. Ya sea a recursos humanos o al resto de tus amigos. También ayuda «guardar un registro de los episodios de maltrato a los que ha sido sometido».
¿Tienes un amigo que te hace bullying? Su amistad no te merece la pena. Así que pon distancia. Aléjate de tu acosador. Enfrentarte a él directamente puede generarte un gran estrés, por lo que es preferible evitar cualquier interacción. También en el trabajo: háblalo con tu jefe y que os reubique para que no tengas que seguir aguantando tanto agravio y humillación.
Muy importante: no te lo tomes como algo personal. Las palabras hieren, pero el problema no lo tienes tú, sino tu acosador. Como indica la doctora Katz, «muchas de las personas que se comportan como abusones tienen una historia difícil. Y si bien esto no es en ningún caso una excusa para su actitud, minimiza el factor intimidatorio». En definitiva, trata de comprender por qué se comparta como un imbécil y no dejes que tu autoestima se vea afectada. Como concluye la experta, «no hay nada de lo que avergonzarse por ser víctima de un acosador».
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