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Jack Nicholson es una persona llena de manías en Mejor... imposible. / Foto: Mejor... imposible.
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¿Cuándo un hábito se convierte en una manía? Si alguna de tus costumbres amarga tu vida (o la de quienes viven contigo), es el momento de actuar. Si vives con feliz con ellas, adelante.
Por María Corisco
17 de abril de 2024 / 13:00
“Yo ya no podría vivir con nadie más. No quiero aguantar las manías de nadie, ni tampoco que el otro aguante las mías”. Es frecuente oír esta afirmación en boca de personas que prefieren vivir a solas con sus costumbres, sin tener que hacer concesiones en cuanto al orden, la limpieza, los hábitos de higiene, la forma de dormir o el ruido que hacen al comer. Hablan de “manías”, pero ¿son realmente manías, o tan sólo costumbres, hábitos que han incorporado poco a poco a su rutina y con los que se sienten a gusto?
“El concepto de manía es muy complejo -explica el psicólogo Francisco Martos-. En psicología, usamos este término para describir un estado emocional y de ánimo extremadamente elevado, excitado, expansivo o irritable. Se trata de un síntoma característico de los trastornos del estado de ánimo, particularmente del trastorno bipolar. Pero, en el lenguaje de la calle, por manía se suele entender un hábito que no es frecuente en los demás y que nos causa cierto malestar si no lo hacemos”.
La gama de las manías es enormemente amplia, y su importancia puede ser nimia o, por el contrario, amargar la vida de quien las tiene y la de quienes viven con él. “Usamos este término tanto para describir a quien le gusta tener la casa impoluta –“es un maniático de la limpieza”- como para referirnos a quien necesita dormir con la puerta cerrada y sin que entre un rayo de luz en la habitación. Que sea algo positivo o negativo va a depender de cómo y cuánto estas llamadas manías vayan a interferir en su vida cotidiana y en su relación con los demás”.
En este sentido, hay que tener en cuenta la carga peyorativa que recae sobre el concepto de manía. Es frecuente que, en una pareja, uno de los miembros achaque al otro ser un maniático porque le gusta que las cosas se hagan de una manera determinada. “Aquí entra también en juego la mayor o menor rigidez con la que se juzga el comportamiento del otro. Una persona puede querer ordenar la ropa por colores; en sí mismo, no tiene por qué ser ni bueno ni malo, pero puede que quienes vivan con ella lo entiendan como una manía y les exaspere, especialmente cuando les condiciona a que ellos hagan lo mismo. Pero también puede suceder que lo vean como una extravagancia, algo incluso divertido”.
La misma conducta, la misma “manía”, puede verse desde el otro lado de distintas maneras. Este punto es crucial, y cuando esa conducta provoca algún tipo de desencuentro o causa infelicidad, “es conveniente pararse a analizar este comportamiento y ver sus consecuencias”.
En aquellos casos en los que la manía se ha instaurado, condiciona tu vida y te impide ser feliz, “es conveniente trabajar sobre ella y acudir a un terapeuta para que te dé técnicas y herramientas para combatirla y luchar contra la ansiedad o la necesidad de control que hay detrás”.
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