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Las personas muy intuitivas pueden sentir soledad, frustración e impotencia si sus advertencias no son escuchadas. FOTO: Unsplash.
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Casandra tuvo el don de la profecía, pero también la maldición de que nadie la creyera. Si te sientes así, es importante trabajar la autoestima, la confanza y la validación.
Por María Corisco
17 de septiembre de 2024 / 08:07
Es posible que conozcas la sensación de impotencia que se siente cuando ves que alguien cercano a ti se está equivocando, o que una situación o proyecto no tiene visos de salir bien y, pese a tus advertencias, nadie te hace caso. No es fácil ser el agorero, el aguafiestas, el que anticipa el fracaso, y comprobar cómo ese destino se cumple fatalmente sin que tu consejo sirviera para evitarlo. Es lo que se conoce como el síndrome de Casandra.
Para entender de dónde surge este síndrome y sus implicaciones psicológicas hay que viajar a la mitología griega, a un historia que aborda temas como el destino, la verdad y la tragedia. Casandra era una princesa troyana, hija del rey Príamo y la reina Hécuba de Troya, a quien el dios Apolo, enamorado de ella, otorgó la capacidad de prever el futuro. Pero Casandra rechazó el amor de Apolo y este la maldijo: aunque Casandra mantendría su don de la profecía, nadie creería sus predicciones. Y esta maldición convirtió su don en una fuente de sufrimiento y de tragedias continuadas.
En psicología, el síndrome de Casandra se refiere a “una situación en la que una persona tiene una percepción o intuición precisa de un problema o una realidad, pero sus advertencias o preocupaciones son ignoradas o desacreditadas por los demás”, explica la psicóloga Esther Cantos.
Desde esta perspectiva, se trata de un síndrome que a menudo se aplica a dinámicas de relaciones personales o familiares, “donde una persona (generalmente alguien sensible o empático) detecta problemas o disfunciones que otros no ven o no quieren ver. Esto puede causar una gran frustración y sensación de impotencia en la persona que ve el problema, ya que sus esfuerzos para alertar a los demás no son tomados en serio”.
El síndrome de Casandra también puede tener connotaciones en situaciones de abuso emocional o psicológico, donde la víctima percibe y señala el abuso, pero sus preocupaciones son minimizadas o desestimadas por otros, incluyendo a veces a terapeutas, amigos o familiares. Este fenómeno puede agravar el sufrimiento de la víctima y dificultar su recuperación y apoyo.
En su libro The Cassandra Complex: Living with Disbelief, la psicoanalista Laurie Layton Schapira ofrece varias enseñanzas clave sobre el mito de Casandra y su aplicación en psicología:
En su exploración del síndrome de Casandra, Schapira también sugiere que las personas que experimentan este síndrome a menudo tienden a tener relaciones problemáticas o tóxicas, en las que sus sentimientos e intuiciones son constantemente ignorados o minimizados, creando una distancia emocional significativa. Esta dinámica puede perpetuar una sensación de aislamiento y frustración.
Como consecuencia, la repetición de estos patrones puede crear un ciclo en el que sigues eligiendo parejas que no te escuchan ni te valoran, perpetuando el síndrome de Casandra y sus efectos negativos en la salud emocional. Son parejas que no sólo no satisfacen tus necesidades emocionales, sino que también refuerzan sentimientos de baja autoestima. Por ello, es fundamental trabajar la autoconfianza y abrir el camino a relaciones en las que tus percepciones e intuiciones sean valoradas y respetadas
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