
No podemos controlar los pensamientos y las emociones, y por tanto la aparición de ciertos sentimientos y afectos que surjan de manera espontánea. FOTO: Pexels
MENTE
Analizamos si es infidelidad emocional que te guste mucho alguien fuera de la pareja
Cuando sentimos algo por alguien fuera de nuestra pareja, sin llegar al contacto físico, nuestra relación puede verse afectada. Aprende a identificar estos sentimientos y cómo gestionarlos.
Por Silvia Capafons
25 DE ENERO DE 2025 / 08:00
Ana tiene pareja y ha conocido a Pedro. Sin explicarse cómo, ha empezado a sentir algo por él, pero hasta el momento no ha habido un acercamiento físico, porque tiene pareja. Hasta aquí, técnicamente, Ana no ha cometido una infidelidad, al menos no una tangible.
Ella podría evitar cualquier tipo de contacto con su nuevo amor platónico, o, por el contrario, provocarlo en forma de mensajes, llamadas o encuentros (aunque en ellos no hubiera sexo). ¿Esto sí podría considerarse una infidelidad? Para la psicóloga y terapeuta Elena Antón, no sería acertado, dado que no podemos controlar los pensamientos y las emociones, y por tanto la aparición de ciertos sentimientos y afectos que surjan de manera espontánea. «Pero sí las acciones, respuestas y caminos que se elijan al respecto. En el caso de una persona que ha empezado a sentir cierto interés, curiosidad o atracción por otra que no es su compañero, no ha sido algo elegido. En cambio, si alimenta dicho interés, se acerca y genera un aumento de respuestas en esa relación, se estaría acercando a la línea roja».


Dependiendo, opina la especialista, de las reglas o límites que establezca cada pareja. «El abanico de la sociedad actual oscila desde la pareja de corte tradicional donde mirar, pensar y recrearse en la atracción por una tercera persona podría ser motivo de conflicto, a aquellas abiertas donde se naturalizan los contactos íntimos, afectivos y sexuales con otros pares, estando el grueso de la población en grises intermedios».
Donde sí observa Elena Antón una diferencia de concepto relacional es en las nuevas generaciones, que tienden a customizar y personalizar a medida el vínculo. «Existen categorías infinitas para tratar de definirlo, pero la inmadurez afectiva a la que suele asociarse también genera enormes conflictos, convirtiéndose la supuesta solución en un problema añadido. En realidad existen personas con un bagaje y evolución que les facilita tener relaciones abiertas reales, pero el grueso de la población siente temor ante la posible pérdida de su compañero».
En su consulta, como muestra de la sociedad actual, dice, encuentra matrimonios largos y duraderos que, a pesar de nunca haberlo hablado entre ellos, eran conocedores del sexo ocasional que ambos tenían con otros; «También parejas que, de forma explícita y pactada lo exploran, por separado o en conjunto. Otros nunca se lo han planteado como posibilidad, y en general, los jóvenes de treinta o menos, se encuentran confundidos entre tanta oferta y les cuesta acceder a sus sentimientos propios, especialmente cuando no son modernos. Ya acuden triejas a sesión con deseo de explorar los límites y confines de esa opción, así como algunos vencidos por la modernidad con necesidad de monogamia exclusiva y estable».
Redes, el caldo de cultivo
¿Lo son? ¿Las redes sociales nos impulsan a tontear o fantasear con otros? Desde luego, tanto estas como whatsapp facilitan el contacto, y aunque en sí mismas, desde luego, no generan infidelidad, si la nueva emoción es producto de un impulso, la variedad e inmediatez inherentes a esta forma de comunicarse la pueden liar. «Podría ser un buen filtro preguntarnos si escribiríamos a esa persona una carta a la antigua, sabiendo que podría tardar meses en responder». Claro que, podríamos transformar la preocupación ante la irrupción de la nueva emoción por alguien en la observación de un posible síntoma. «Entraríamos en materia si, en lugar de señalar la supuesta infidelidad o tonteo como un problema, lo miramos como señal de que sucede algo en la pareja o en nuestra vida».
Otro melón es valorar si somos o no seres monógamos. «Inicialmente, vivíamos en tribus, y aún hoy en día existen tribus indígenas donde el contacto sexual entre todos es parte de la expresión de afecto, sin mayor trascendencia. En la sociedad grecorromana gozaban de ciertas licencias similares, y todo esto perdura como parte de nuestra evolución como especie», aclara Elena Antón. ¿Es posible sentir algo por más de una persona al mismo tiempo?». Es posible y natural; sin embargo, por nuestra tradición, economía y sistema público, la tendencia prioritaria es la monogamia, con mayor o menor apertura. A veces, supone mayor reto y crecimiento profundizar en una relación que abandonarla. Sin embargo, hay que agradecer la naturalización del fin de los ciclos, la posibilidad del divorcio, y el no sufrir como muestra de amor”.
Atender a las emociones
A la hora de afrontarlo, mirar de frente esos sentimientos, añade la experta, puede ser de gran ayuda. En soledad, escribiendo o reflexionando, con un amigo o confidente o con un terapeuta. «El objetivo sería averiguar qué sentimos y ayudarnos a verlo como un regalo, qué vacío propio señala, qué aprendizaje conlleva, qué engrandecemos en el otro para que nos genere ese afecto, qué motiva ese cariño, qué simboliza para nosotros y nuestra pareja (si el fin o una bofetada para despertar), qué nos permite expresar». Puede ser útil, termina, recordar que nos enganchamos a lo que sentimos con esa persona, a las sensaciones, y separarlo de la persona en sí.
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