
Cuidado con esas discusiones que surgen al final del día. FOTO: Pexels.
MENTE
Por qué no es buena idea discutir con tu pareja por la noche
El final del día, cuando sientes sobre ti todo el estrés de la jornada y tu cerebro, agotado, pide a gritos una almohada, parece el momento menos propicio para entablar una discusión.
Por María Corisco
18 DE ENERO DE 2025 / 08:00
Llegar a casa tras un duro día de trabajo no siempre viene acompañado de un ratito de paz, tranquilidad, mantita y sofá. A menudo te encuentras con tareas por hacer, hijos a los que atender y una pareja que también viene con el estrés por las nubes. Compaginar sus tensiones con las tuyas en ese momento puede ser tarea titánica y, de repente, una conversación cualquiera se convierte en una discusión. El resultado es casi siempre el mismo: frustración, malentendidos y pocas soluciones reales.
«Por muy buena intención que tengamos, las noches suelen ser uno de los peores momentos para gestionar conflictos«, explica Sonia Díaz Rois, coach experta en gestión de la ira. «Aunque pueda parecer el único momento posible, cuando los niños ya están dormidos o cuando hemos completado las tareas del día, la realidad es que el cansancio acumulado nos puede jugar una mala pasada».


La razón por la que no es una buena idea elegir la noche para discutir con tu pareja está en el funcionamiento de tu cuerpo y tu cerebro al final del día. “Cuando estamos cansados, experimentamos una serie de cambios físicos y emocionales que impactan directamente en nuestra capacidad para gestionar conflictos”, señala la experta, y cita los siguientes:
- El cerebro en modo ahorro. Al llegar la noche, tu cerebro prioriza lo esencial: prepararse para dormir. «Las funciones ejecutivas, como la regulación de emociones, la toma de decisiones acertadas y la reflexión, se debilitan. En este modo ahorro, la tolerancia y la paciencia disminuyen, dejándonos más predispuestos a malinterpretar lo que nos dicen y a reaccionar de manera impulsiva».
- El cansancio afecta tu autocontrol. «Según la teoría del agotamiento del ego, acuñada por el psicólogo Roy Baumeister, nuestra capacidad de autocontrol es un recurso limitado que se va agotando a lo largo del día. Después de pasar horas y horas tomando decisiones, gestionando emociones y resolviendo problemas, nuestra energía está al límite». Por eso, al final del día, tienes menos capacidad de análisis y más posibilidades de actuar de forma reactiva.
- Menor empatía y mayor reactividad: el secuestro amigdalar. El desgaste emocional reduce tu habilidad para ponerte en el lugar del otro, lo que incrementa las probabilidades de malentendidos. «Además, cuando estamos cansados, la amígdala —la región del cerebro que procesa emociones intensas como el miedo o el enfado— se vuelve más reactiva, facilitando lo que se conoce como un secuestro amigdalar».
- El neocórtex fuera de juego. Durante un secuestro amigdalar, la amígdala toma el control de la situación, «activando respuestas emocionales rápidas e intensas mientras la participación del neocórtex, la parte del cerebro responsable del razonamiento lógico, el control de impulsos y la reflexión sobre las consecuencias de nuestras acciones, queda fuera de juego. Es decir, perdemos la capacidad para analizar con calma, razonar y considerar las consecuencias de lo que decimos o hacemos». Esto lleva a actuar de forma instintiva y a menudo desproporcionada, aumentando el riesgo de que una conversación acabe en cabreo.
- El estrés y el sistema nervioso simpático. Si durante el día hemos acumulado estrés, es probable que el sistema nervioso simpático, responsable de la respuesta de lucha o huida, complique aún más las cosas. “Este sistema, que se activa ante situaciones de tensión, aumenta el ritmo cardíaco, la presión arterial y los niveles de cortisol, dejándonos en un estado de alerta poco propicio para resolver conflictos de forma calmada. Como resultado, nos cuesta más encontrarnos en un punto intermedio y es más probable que respondamos de forma impulsiva”.
Irte a dormir, la mejor opción
A veces, la mejor opción es simplemente posponer discutir con tu pareja: “Dormir no solo restaura el cuerpo, sino que también ayuda al cerebro a procesar recuerdos cargados de emociones. Durante la fase REM, el sueño actúa como si fuera un taller de reparaciones, reduciendo la intensidad emocional de los recuerdos y permitiéndonos despertar con una perspectiva más equilibrada”.
Es verdad que irse a dormir no siempre ayuda, ya que a menudo no logras desconectar y caes en un bucle de pensamientos recurrentes, rumiando el problema. Algo que agrava la situación, ya que, “después de una noche de insomnio o tensión acumulada, cuando el cuerpo no descansa lo suficiente y el cerebro no procesa adecuadamente las emociones, es normal despertarse con las emociones aún más a flor de piel”.
Para evitar este bucle, es importante no ignorar los problemas -ese ya lo pensaré mañana de Escarlata O’Hara-, sino “gestionarlos de manera consciente y etiquetarlos como importantes, pero no urgentes. Algo tan sencillo como verbalizar o escribir: «Esto merece atención, pero ahora no es el momento adecuado; mañana lo hablamos con calma, puede marcar una gran diferencia. Este enfoque no solo reduce la tensión del momento, sino que también facilita una conexión más constructiva al permitir que ambas personas afronten el tema con un estado emocional más equilibrado».
Siete tips para no discutir por la noche
Si no sabes muy bien cómo gestionar esas discusiones nocturnas de las que no solo no sacas nada en claro, sino que además te quitan el sueño, Sonia Díaz Rois te da las siguiente recomendaciones.
- Conocerse mejor como pareja: Identificar cuál suele ser el mejor momento para tratar temas delicados. Tal vez los fines de semana, cuando ambos estáis más relajados, puede ser una buena opción.
- Definir reglas para evitar discusiones nocturnas: Establecer límites claros para evitar caer en patrones improductivos. Por ejemplo, acordar no abordar temas sensibles cuando ambos estáis cansados.
- Prestar atención a los temas recurrentes: Cuando las discusiones giran siempre en torno a lo mismo, puede ser útil reflexionar sobre el patrón y buscar formas de romperlo. Muchas veces, la repetición nos hace perder la capacidad de aprender de la situación y caemos en la trampa de dar vueltas al mismo problema”.
- Regular las emociones antes de hablar: Técnicas como respirar profundamente o escribir las ideas ayudan a organizar lo que sentimos y reducen la intensidad de la emoción. Ante de compartir el tema con tu pareja, dale una vuelta para asegurarte de que tienes claro tanto el tema como lo que te gustaría conseguir y también hasta dónde estás dispuesto a ceder y negociar.
- Aplazar, pero no ignorar: Posponer el conflicto a un momento más adecuado no significa negarlo. Usar frases asertivas como: «Cuando discutimos por la noche, me siento agotado y no pienso con claridad. ¿Qué te parece si lo dejamos para mañana y buscamos soluciones que nos beneficien a ambos?», ayuda a aplazar la conversación sin invalidar las emociones.
- Respetar el estado emocional del otro: Muchas discusiones se producen cuando no respetamos el estado de ánimo del otro porque no es un buen momento. A veces, simplemente necesitamos «un respiro». Y eso no significa que no queremos prestar atención al tema, significa que ahora no nos sentimos capacitados para tratar algo que puede ser delicado. Ser conscientes de esto puede evitar muchos conflictos innecesarios.
- El momento adecuado mejora el diálogo: Discutir no tiene por qué ser sinónimo de pelea. Elegir el momento adecuado para hablar no solo mejora la comunicación, sino que también fortalece la relación. Al final, lo que ocurre es que a nadie le apetece discutir cuando el cerebro está pidiendo a gritos una almohada.
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