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Una nueva generación de cremas replica los mecanismos de auto-regeneración que se activan en condiciones de estrés como las que provocan los tratamientos con láser.
BELLEZA
La clave se encuentra en la hipoxia, la falta de oxígeno controlada que provocan estos procedimientos en la piel, y que esta fórmula replica gracias a una innovadora tecnología.
30 de septiembre de 2024 / 13:52
La medicina estética y la cosmética guardan una relación más estrecha de lo que pudiera parecer. Ambas buscan mejorar nuestro aspecto, pero el nexo va mucho más allá. De hecho, cada vez se lanzan más fórmulas que se inspiran en este tipo de tratamientos con la intención de ofrecer un efecto más potente. Es el caso de los rellenadores de arrugas, los sérums o cremas con activos botox-like (péptidos que consiguen relajar los músculos superficiales de la piel para suavizar las arrugas) o de los parches con microconos que intentan replicar la acción de la mesoterapia.
La conexión es lógica. Según los últimos datos de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), casi la mitad de la población española se realizó, a lo largo de 2023, un tratamiento medicoestético. Hace más de una década, en 2012, ese porcentaje no llegaba al 23%. Un éxito que se debe tanto a los resultados cada vez más naturales de estos procedimientos como a su democratización, en el sentido de que se han integrado en la rutina de cuidados de muchas personas (también jóvenes y hombres) que apuestan por el well-aging. «Junto a los rellenos con ácido hialurónico, la mesoterapia y la toxina botulínica, los tratamientos con láser se encuentran entre los más demandados. Precisamente en ellos, y en su peculiar forma de actuar sobre la piel, se ha inspirado el último lanzamiento de Shiseido: la nueva crema Bio-Performance Skin HiForce.
Existen muchos tipos de láseres dermatológicos: fraccionado, ablativo o no, colorante pulsado, de pulso corto… La diferencia, además de su acción (estimular la producción de colágeno; aclarar manchas, eliminar cicatrices, tratar la cuperosis o la rosácea, rejuvenecer la piel…), se encuentra en su intensidad. Sin embargo, como apunta la doctora Paloma Cornejo, dermatóloga y directora de la clínica Más Que Derma, «si bien hace tiempo el láser era muy agresivo, hoy lo realizamos sin días de recuperación, con mínima costra…». Sea cual sea su efecto, lo cierto es todos los tratamientos láser tienen en común su forma de actuar. «Lo que hace el láser es calentar la piel y producir una hipoxia (falta de oxígeno en los tejidos)», explica la doctora Cornejo. «Cuando esa pérdida de oxígeno es crónica es negativa para la piel, pero de manera puntual ayuda a su regeneración», añade.
Es decir, se sabe que cuando la piel se expone a un estrés, por ejemplo a través de ese láser, entra en un modo de supervivencia que implica el consumo de mucho oxígeno para recuperarse. Ahí se produce la hipoxia. Un fenómeno que, a mucha mayor escala y cuando alcanza la sangre y las células, aparece también cuando ascendemos a altitudes elevadas (mal de montaña) o a raíz de enfermedades como EPOC, insuficiencia cardiaca… y que puede ser mortal.
Evidentemente, cuando hablamos de esa falta de oxígeno en la piel se trata de una hipoxia inducida voluntariamente y de forma controlada. «Este efecto se puede conseguir con láser, pero también con ultrasonidos, radiofrecuencia, hilos tensores, dermapen…», señala Antonio Rosique, responsable de Formación de Shiseido. El problema, como destaca Rosique, «ese que todos ellos son muy efectivos, pero no dejan de someter la piel a estrés y daños».
Son muchos los deportistas que someten su organismo a esta acción para entrenar en condiciones de alto rendimiento. Pero, ¿en la piel? ¿Qué sentido tiene? La respuesta tiene que ver con una proteína llamada Factor Inducible por Hipoxia (HIF), que activa y desactiva genes en las células en respuesta a niveles bajos de oxígeno. En concreto, el HIF desencadena varios procesos de regeneración cutáneos: la proliferación de fibroblastos –clave para producir colágeno, elastina y ácido hialurónico– y el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos. En definitiva, conduce a la renovación y regeneración de la piel, es decir, a su rejuvenecimiento desde el interior.
Lo que ha hecho Shiseido con su nueva crema es desarrollar una tecnología centrada en esos mecanismos de auto-regeneración que, normalmente, sólo se activan en condiciones de estrés como las que provocan los tratamientos con láser.
La clave se encuentra en la tecnología OxyShift, presente en el corazón de la fórmula de Bio-Performance Skin HIForce Cream. Esta tecnología combina dos ingredientes que ayudan a estimular la regeneración de la piel desde dentro a diferentes niveles. Por un lado, el extracto de trébol rojo trabaja sobre la epidermis, incrementando la expresión del gen HIF-1. Por otro, la L-Hydroxyprolina, un aminoácido que estimula la regeneración en la dermis, así como la síntesis de colágeno y elastina.
Su acción es tal que se puede utilizar sola como tratamiento diario (mejor de noche si se tiene la piel mixta o grasa) o a modo de cura, tras procedimientos estéticos, como un láser fraccionado no ablativo. Además de su fórmula, este lanzamiento destaca por su textura «en bálsamo de efecto venda. Es como si pusiésemos sobre la piel una gasa con un tratamiento continuo», destaca Antonio Rosique.
Hablar de Shiseido es hablar de investigación, tecnología e innovación. Fue el primer laboratorio cosmético en producir ácido hialurónico por biotecnología, lo que permitió producirlo en grandes cantidades, con una elevadísima estabilidad y con un coste de producción muy inferior. Y durante años se ha inspirado en los mundos de la medicina cardiovascular, la inmunología y la neurociencia para lanzar algunas de sus fórmulas más icónicas. Pero la centenaria historia de este laboratorio nipón no se puede entender sin términos de la milenaria cultura japonesa que hoy están de plena actualidad.
De hecho, el tarro de la nueva Bio-Performance Skin HIForce Cream está inspirado en la ancestral filosofía del Mottainai. Una forma de expresar el arrepentimiento ante el desperdicio. Por ello, el packaging mantiene un diseño consciente con un envase delicado y rellenable, muy en consonancia con el objetivo inicial de su fundador de «hacer un mundo más bello«. Un ejemplo más de que la sostenibilidad tiene que estar presente en cada uno de nuestros gestos.
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