Muchos de los mitos sobre el envejecimiento se basan en creencias populares no respaldadas por la evidencia científica. FOTO: Pexels.
CUERPO
Cinco mitos sobre la longevidad que ha desmontado la ciencia
Desde que el hombre es hombre, ha intentado burlar a la muerte y conseguir vivir más tiempo a base de trucos y remedios que, posteriormente, la ciencia ha desmontado.
Por María Corisco
19 DE DICIEMBRE DE 2024 / 07:30
El ser humano ha perseguido la longevidad desde tiempos inmemoriales debido a múltiples razones culturales, filosóficas y prácticas. Se trata de un anhelo que tiene raíces profundas en la biología y la psicología humanas: desde el mero instinto de supervivencia hasta algo tan básico como el miedo a la muerte, siempre se ha intentado encontrar fórmulas, remedios, trucos y secretos para vivir más tiempo.
Con el paso del tiempo y el hallazgo continuo de nuevas claves sobre la biología y la genética, la ciencia ha ido desmontando numerosos mitos sobre el envejecimiento, muchos de los cuales se basaban en creencias populares o suposiciones no respaldadas por la evidencia científica.
- Los suplementos son clave para vivir más tiempo. No existe evidencia sólida de que los suplementos de vitaminas o minerales en personas sin deficiencias nutricionales específicas aumenten la longevidad. De hecho, algunos estudios sugieren que el exceso de ciertos suplementos, como la vitamina E o el betacaroteno, puede ser perjudicial. Una dieta equilibrada es más eficaz para la salud y la longevidad
- Vivir más depende principalmente de la genética. Aunque la genética influye, representa solo un 20-30% del impacto en la longevidad. Como señala en un estudio la Pan American Health Organization, “los factores ambientales y el estilo de vida, como la dieta, la actividad física, el manejo del estrés y las conexiones sociales, tienen un papel mucho más significativo en la esperanza de vida”
- Hacer ejercicio intenso es esencial para la longevidad. Si bien el ejercicio regular es clave para una vida saludable, no es necesario que sea intenso. De hecho, estudios recientes han demostrado que, a largo plazo, la actividad física moderada es más beneficiosa para la salud a largo plazo que los entrenamientos extremos. Así, por ejemplo, investigaciones publicadas en el Mayo Clinic Proceedings muestran que “los beneficios en la supervivencia cardiovascular tienden a estabilizarse más allá de un cierto nivel de intensidad, mientras que el ejercicio extremo puede incluso incrementar riesgos como arritmias cardíacas y lesiones musculoesqueléticas”.
- La longevidad es incompatible con el envejecimiento. Es una creencia muy arraigada: se piensa que vivir más tiempo implica evitar el envejecimiento físico o mental. Sin embargo, el objetivo no es evitar el envejecimiento, sino envejecer con salud. Esto implica mantener una calidad de vida alta, incluso si aparecen signos normales del envejecimiento, como arrugas o cambios metabólicos. Un ejemplo es la investigación promovida por el Center Paul F. Glenn for Biology of Aging Research de Harvard, centro desde el que se postula el concepto de healthspan, es decir, los años de vida saludable, más que únicamente prolongar la longevidad.
- Las dietas extremas son la clave para vivir más. Dietas como el ayuno extremo o las restricciones severas calóricas no son sostenibles y pueden ser perjudiciales. Estudios sobre longevidad, como los realizados en las Zonas Azules, muestran que una dieta basada en alimentos integrales, vegetales, legumbres y grasas saludables es más efectiva que cualquier dieta restrictiva. La moderación, más que la privación, parece ser la clave
Mitos a lo largo de la historia
En realidad, a lo largo de la historia se ha buscado incesantemente descubrir el secreto para vivir más tiempo. Y se ha hecho desde los conocimientos, limitaciones y supersticiones de cada momento. Si se hace un repaso por distintas etapas históricas, se pueden ver algunas de estas creencias, que posteriormente la ciencia se ha ido encargando de desmentir.
- Elixires y aguas de vida. En muchas culturas se ha creído en la existencia de elixires mágicos capaces de otorgar la inmortalidad o de prolongar la vida. Por ejemplo, en la antigua China, los alquimistas buscaban el elixir de la inmortalidad, a menudo utilizando mercurio, lo que irónicamente resultaba tóxico y acortaba sus vidas.
- La Fuente de la Juventud. Exploradores como Juan Ponce de León buscaron esta mítica fuente en el siglo XVI. El origen del mito era la de que bañarse o beber de sus aguas rejuvenecía a las personas.
- Dietas específicas. En la Edad Media, se creía que ciertos alimentos podían prolongar la vida. Por ejemplo, se consideraba que el consumo de oro líquido (oro bebible disuelto en mezclas) ayudaba a rejuvenecer el cuerpo. También se pensaba que seguir dietas estrictas de hierbas o miel era clave para vivir más tiempo.
- Prácticas ascéticas. Muchas tradiciones religiosas han creído que el ayuno extremo, la meditación prolongada o la abstinencia de placeres terrenales, al fortalecer el cuerpo y el alma, podían alargar la vida. Algunas de estas prácticas, como el ayuno intermitente, han encontrado respaldo parcial en investigaciones modernas, aunque en versiones mucho menos extremas.
- Rituales mágicos y amuletos. En la antigua Mesopotamia y en Egipto se confiaba en talismanes, conjuros y prácticas mágicas para evitar la muerte prematura. Los faraones eran embalsamados para garantizar una vida eterna en el más allá. Y en Europa, durante la Edad Media, se pensaba que ciertas piedras preciosas o metales (como el oro y la plata) tenían propiedades curativas y podían extender la vida.
- Localización mágica o geográfica. En algunas culturas se creía que ciertos lugares estaban bendecidos con propiedades que promovían la longevidad, como montañas sagradas o valles remotos. En la tradición china, por ejemplo, las montañas Kunlun eran consideradas el hogar de inmortales.
Estas ideas reflejan cómo las personas han buscado, desde siempre, controlar lo incontrolable: el envejecimiento y la muerte. Aunque muchas de estas creencias son obsoletas, muestran la constante fascinación del ser humano por la longevidad y el deseo de encontrar sentido en el proceso de envejecer.
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