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La liberación por el cerebro de dopamina es responsable de la sensación de euforia que acompaña al proceso de enamoramiento./ Foto: Pexels.
Mente
La liberación de sustancias químicas provocará que sientas euforia y bienestar, pero también que comas mal, duermas peor y tomes malas decisiones.
Por Marcos López
31 de mayo de 2024 / 07:30
¿Quién no ha sentido alguna vez «mariposas en el estómago» a consecuencia del amor? ¿Y sufrido una ruptura amorosa, que le «ha roto el corazón»? La literatura está plagada de metáforas que describen, con mayor o menor acierto, las manifestaciones físicas que acompañan al enamoramiento. Pero el amor es, además de física, pura química. Volviendo a las alegorías, ¿podría decirse que «el amor es una droga»? Pues por lo que concierne específicamente al cerebro, parece que sí.
Investigadores de la Universidad Rutgers recurrieron en 2005 a la resonancia magnética para ver qué sucedía en las «cabezas» de personas que aseguraban encontrarse profundamente enamoradas. Y lo que observaron es que, ante la visión de la fotografía del destinatario de su pasión, el área tegmental ventral y el núcleo caudado, regiones del cerebro implicadas en el circuito de recompensa, se activaban y liberaban dopamina, la famosa «hormona de la felicidad».
Tal es así que la autora principal del estudio, la doctora Helen Fischer, describe el amor romántico como «una obsesión, un impulso y una adicción». Como explica la doctora Sara Teller, especialista en Neurociencia, «cuando nos enamoramos, el cerebro se inunda de dopamina, y crea un estado de euforia y un chute de dependencia hacia la persona amada».
Pero las reacciones químicas que tienen lugar en el cerebro durante el proceso de enamoramiento no acaban, ni mucho menos, aquí. Y algunas no son buenas.
El cerebro también libera oxitocina –la «hormona del amor»– y vasopresina, que junto a la dopamina hacen que el ser querido adquiera un significado especial; y endorfinas, lo que provoca que el enamorado disfrute de una sensación de bienestar y satisfacción. A todas ellas se suma la norepinefrina, una de las principales hormonas de la respuesta al estrés y que es responsable tanto de la excitación sexual como del aumento de la concentración. ¿Acaso tu ser amado no merece toda tu atención?
Pero aún hay más. como apunta Sara Teller, «el aumento de noradrenalina causa igualmente taquicardias y palpitaciones, un incremento de la presión sanguínea, temblor en las manos e insomnio».
No se trata sólo de que el cuerpo se llene de hormonas. El amor también inhibe la liberación de algunas sustancias químicas, caso de la serotonina. Y a unos niveles similares a los de «una persona que sufre un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), lo que explica que aumente la obsesión por la persona amada y se desregulan el humor, el sueño y el apetito», apunta Sara Teller.
Tantos cambios hormonales provocan que el comportamiento se vea, en mayor o menor medida, modificado. De hecho, el amor no es tanto un compendio de emociones fuertes como un cambio de comportamiento para facilitar que la relación vaya viento en popa.
Vivirás sólo y exclusivamente para tu ser amado, harás lo imposible para que seas objeto de su deseo, lo que provocará que algunas de tus decisiones no sean siempre las más acertadas.
Es más: durante el enamoramiento, la corteza prefrontal ve su actividad reducida, cuando no completamente apagada. Y como destaca la experta, «esta parte de tu cerebro es la que nos ayuda a tomar decisiones de manera más racional, la que pone juicio y regula nuestra conducta. Quizás por eso dicen que el amor es ciego».
Esta cascada de reacciones químicas, de emociones, no dura para siempre. De hecho, tiene fecha de caducidad: según la doctora Fischer, el estado de enamoramiento dura un máximo de 15 meses –y no, como tradicionalmente se ha defendido, tres años.
Entonces, si el fuego generado por las hormonas se apaga, ¿cómo es posible que haya parejas que lleven juntos no ya años, sino décadas? Pues porque sus miembros se esfuerzan por activar los sistemas de recompensa de su cerebro para mantener la chispa.
Para ello puede ser suficiente una salida a cenar, un pequeño detalle en forma de regalo o una simple caricia o beso. Actos ocasionales e intencionalmente buscados que seguirán alimentando tu cariño y tu pasión.
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