
En el mundo de los «caballeros blancos» todas las personas son «damas blancas» que requieren su salvación. FOTO: Pexels.
Mente
Que es el síndrome del caballero blanco y por qué que se está cargando todas tus relaciones
Cumpliendo con su necesidad de ayudar continuamente a los demás, las personas con este síndrome acaban inmiscuyéndose en las vidas ajenas y descuidando sus propias necesidades.
Por Marcos López
11 DE MAYO DE 2025 / 07:30
Siempre estás disponible para ayudar a los demás. De hecho, han sido tantas las ocasiones en las que han solicitado tu apoyo que lo has convertido en un hábito, que está empezando a tener consecuencias nefastas en tus relaciones. Pues aunque tus allegados ya no lo demanden, ni lo quieran, sigues prestándoles tu socorro. Inmiscuyéndote en sus problemas personales. En sus vidas. Son las señales de que sufres del síndrome del caballero blanco. Y que debes parar.
Cristina Ruíz Carrillo, psicóloga clínica del centro ViBood Psicología, explica que «aunque no puede considerarse un trastorno psicológico, entendemos el ‘síndrome del caballero blanco’ como el conjunto de conductas que puede desarrollar un individuo encaminadas a salvar o rescatar a otra persona, encontrando como base de este comportamiento una necesidad de validación externa y baja autoestima».


Salvar a los demás tiene un límite
Tu sempiterna disponibilidad para echar una mano está empezando a resultar muy molesta. Tienes que respetar los límites ajenos. También en el seno de la pareja. No cargar con toda la responsabilidad de la relación. Menos aún cuando los problemas de tu media naranja, o los que surgen en todo entorno laboral, no son de tu competencia.
Tu actitud, ciertamente noble, es digna de alabanza. Tus acciones no tanto. Sólo lograrás que tu pareja, que nunca debe afrontar ningún inconveniente dado que ya estás tú ahí para resolvérselo, desarrolle una dependencia excesiva de ti. Que aun siendo una persona adulta, no tenga la capacidad de desenvolverse por sí misma.
Cristina Ruíz Carrillo alerta de que «el mayor efecto observable es el desarrollo de una dependencia emocional, donde el vínculo se construye desde la necesidad por ser salvado y de salvar. Por un lado, la persona salvada siente la necesidad de contar con su salvador al no verse capaz de tomar decisiones sin su ayuda; y por otro, el salvador se siente valioso a través de la necesidad que percibe de su pareja».
Sin embargo, no hay que descartar la posibilidad, altamente probable, de que tu pareja, no necesitando para nada tu ayuda, acabe hasta el gorro de tus continuas intromisiones. Y te mande a paseo.
Quieres controlar a los demás
Nadie te ha pedido tu opinión. Ni ésta ni las últimas mil veces. De hecho, no hay ningún problema que solucionar. Pero ahí vuelves a la carga. A decirle a los demás qué es lo que tienen que hacer. Como si únicamente tú, y nadie más, supiera lo que es mejor para ellos. Lo que de verdad les conviene. Así que no estás echando una mano. Sólo estás decidiendo cómo deben actuar. Has cruzado la línea que separa la asistencia del más puro control.
Como apunta la experta, «esta forma de relacionarse puede entenderse como una conducta de control incluso inconsciente. A través de ese cuidado, el salvador influye en la toma de decisiones del salvado, llegando a condicionar las personas con las que se relaciona, los lugares que frecuenta, o los proyectos vitales que inicia».
Tanto esforzarte por el prójimo afecta a tu salud
Pero el peaje de este complejo del salvador no se limita únicamente a tus relaciones. También tiene, o tendrá, un coste sobre tu salud. Física y emocional. De tanto prestar tu socorro, de necesitar encontrar una solución para todos y cada uno de los problemas y anteponer las necesidades ajenas a las propias, vas a acabar agotado. Llegará un momento en que tu energía, finita, se disipe.
Vive y deja vivir
En definitiva, los «caballeros blancos» viven en un mundo en el que todos sus congéneres son «damas blancas» que requieren su salvación. Lo que tarde o temprano acaba dando lugar a una reacción meramente física. Similar a la que tiene lugar cuando se juntan los polos iguales de los imanes: la repulsión. Pues cuanto más trata el «caballero» de acercarse para ofrecer su auxilio, más se aleja su (presunta) «dama», hastiada de que se vuelva a cuestionar su juicio y capacidad de decisión. Lo que tendrá un efecto muy negativo en el caballero, que se sentirá sumamente frustrado e inútil por no poder cumplir con su obligatoria misión.
Así que lo mejor es aparcar el caballo y enterrar la brillante armadura. Vivir y dejar vivir. Las relaciones sanas, ya sean de pareja o amistad, son aquellas en las que sus miembros mantienen una relación de igual a igual.
Como concluye Cristina Ruíz Carrillo, «tomando como base de una relación de pareja saludable el respeto al espacio de independencia del otro, se podría entender este patrón de conductas como algo negativo. Pues si bien puede ser percibido como algo que surge desde el cuidado, la realidad es que implica una intromisión y búsqueda de validación a través de hacer sentir al otro incapaz».
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