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Haber vivido un trauma puede tener serios efectos que hacen el día a día más difícil. FOTO: Instagram @aloyoga

Mente

Cómo el yoga puede ayudarte a superar los efectos de un trauma emocional y conseguir paz mental

Existe un estilo de yoga creado por psicólogos y psiquiatras para tratar el trauma y sus consecuencias. Te contamos en qué consiste.

Por Sara Flamenco

01 DE FEBRERO DE 2025 / 08:00

Se emplea muy a la ligera el término trauma, al igual que ocurre con muchos otros conceptos relacionados con la salud mental. Así, puede decirse muy alegremente que algo o alguien te ha traumatizado, restándole de este modo la importancia que este hecho tiene. Sin embargo, haber sufrido una experiencia difícil y no haberla podido procesar adecuadamente puede hacer que cierto grado de malestar quede dentro del cuerpo indefinidamente. Entender el trauma nos abre una ventana a entender otras formas de desasosiego.

«El trauma psicológico es el desgarro emocional que se desencadena por eventos angustiosos y no manejables, que amenazan la existencia y el bienestar, y que dejan una marca en nuestro ser», explica María Macaya, autora del libro Yoga Sensible al Trauma y creadora de la Fundación Rādika. No todos los eventos son traumáticos y no todos los eventos negativos son susceptibles de generar trauma. De hecho, según explica la experta en su libro, «se estima que un 20% de las personas que experimentan un evento traumático desarrollan trauma».

Al desarrollar un trauma emocional se puede alterar el propio sentido de identidad de la persona y su forma de relacionarse, tanto consigo mismo, como con el entorno y con los demás. No, el evento traumático que ya ocurrió en el pasado no puede cambiarse, pero el ser humano sí tiene la capacidad de transformar el significado y efecto que tiene ese evento sobre sí mismo internamente. Y este estilo de yoga ayuda para lograrlo.

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Los efectos del trauma

Antes de explicar cómo el yoga puede ayudar a superar un trauma, veamos los efectos del mismo:

1. Las intrusiones: tras vivir un evento traumático, es posible sufrir intrusiones, que son «son recuerdos involuntarios que emergen con persistencia y vivacidad», según explica Macaya. Estos episodios son angustiosos a nivel emocional, ya que difuminan las líneas entre pasado y presente y siembran la duda de lo que es real y lo que no.

2. La evitación: «Un mecanismo de defensa con el que evitamos, consciente o inconscientemente, los pensamientos, emociones, conversaciones, lugares, personas o actividades que puedan recordarnos el evento traumático». Esto puede llevar a la persona a modificar sus rutinas y comportamientos en un intento de esquivar las posibles amenazas, incluso cuando antes estas le reportaban placer.

3. La reactividad: Macaya relata en su libro que «es un mecanismo de respuesta en el que, de forma consciente o inconsciente, reaccionamos de manera intensa e impulsiva ante estímulos que nos recuerdan a los eventos traumáticos». Cuando algo te recuerda a ese hecho traumático, el miedo y la inseguridad se reaviva, lo que genera que la sensibilidad aumente y anticipes amenazas o problemas, incluso cuando el hecho que te lo ha recordado no lo justifique. De este modo pueden surgir fobias o paranoias que dificulten el día a día.

4. La disociación: este mecanismo de defensa del cerebro podría definirse como «si una parte de nuestra mente se separara de nuestros pensamientos, emociones o recuerdos, y nos hiciera sentir alejados de la realidad o de nosotros mismos», según explica la experta en su libro. Cuando una situación es tan amenazante que resulta imposible huir o luchar, este mecanismo hace que entres en un estado de congelación o de sumisión con el cuerpo que hace que cuerpo y mente se separen. «Durante estos momentos, el cerebro libera endorfinas que nos ayudan a tolerar el dolor extremo», asegura Macaya.

El Yoga Sensible al Trauma es un buen complemento a la terapia cognitiva. FOTO: Yan Krukau en Pexels.

5. El estado de ánimo y las emociones: en un equilibrio emocional saludable navegamos entre diferentes emociones a lo largo del día, pero el trauma puede distorsionar esta fluidez emocional. «Nuestras emociones y sentimientos fluctúan de manera errática, las emociones exceden nuestra capacidad de manejo y tolerancia y nos desconectamos incluso de los seres más queridos», dice la experta.

6. La cognición: el trauma también puede afectar a cómo se procesa, almacena y recuerda la información. Se crea una bruma mental que compromete la comprensión y concentración porque el cerebro está centrado en la necesidad de sobrevivir en un mundo que se le antoja peligroso.

7. La memoria: «Nuestra memoria explícita, aquella que recuerda datos históricos o vivencias personales con especificidad y cronología, queda seriamente afectada tras un trauma», comenta María Macaya. Es muy común que aquellas personas que han vivido un trauma, tengan recuerdos fragmentados de ese evento o incluso se hayan borrado de su memoria por completo.

8. La somatización: vivir un trauma puede trasladarse al terreno físico, provocando diversos síntomas físicos como dolores de cabeza persistentes, tensión muscular crónica, tinnitus, problemas digestivos, debilitamiento del sistema inmunitario o incluso el desarrollo de enfermedades autoinmunes.

Yoga Sensible al Trauma como herramienta de sanación

Este tipo de yoga está diseñado para que aquellas personas que han experimentado un trauma puedan alcanzar la paz mental y el equilibrio. De este modo, está enfocado en trabajar la fluidez y la armonía de los movimientos, la postura corporal y el sistema nervioso, pero cada uno a su ritmo y sin expectativas. «El Yoga Sensible al Trauma (YST) me enseñó que el yoga podía adaptarse y convertirse en un espacio de sanación, un lugar donde esas heridas emocionales que son el trauma se pueden sanar si vivimos y conectamos de una manera diferente con nosotros mismos y con los demás», dice Macaya en su libro. Si el yoga tradicional busca una conexión espiritual, el YST se enfoca en desarrollar una base interna que aporte tranquilidad mental, autonomía, autocompasión y una sensación de seguridad.

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No se trata de sustituir la terapia psicológica con un profesional especializado en trauma, sino de un complemento para sanar el trauma de manera integral. María explica que la terapia cognitiva trabaja desde la mente para influir en el cuerpo, y el YST comienza por el cuerpo para llegar a la mente. «Desde ahí podemos liberar tensiones y bloqueos físicos, restablecer el vínculo entre cuerpo y mente, recuperar la sensación de control y seguridad y mejorar la regulación emocional», asegura. Según afirma la experta, se ha demostrado que el YST optimiza los beneficios de la terapia y que la combinación de ambas es más eficaz, rápida y duradera, incluso más que la suma de terapia y medicación.

Ya se ha hablado de las diferentes estrategias de afrontamiento que se pueden adoptar para lidiar y subsistir con las heridas que provoca un trauma. Pero estas herramientas, si bien son necesarias en un momento determinado, pueden llevarte a desconectar de tu propio cuerpo, a evitar el presente, a aislarte o a ceder el control de tu propia vida. «Cambiar estos hábitos y patrones debe ser abordado con cuidado, respetando sus intenciones y ofreciendo nuevas estrategias que den paso a la conexión y a la presencia», dice Macaya. Y el Yoga Sensible al Trauma es una buena herramienta para cultivar la presencia y la conexión, aspectos fundamentales para sanar el trauma.

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